LA RELIGION MAYA EN LAS TIERRAS BAJAS. LOS DIOSES PRINCIPALES (2)
J. ERIC S. THOMPSON

El dios del Sol y la diosa Luna

A causa de las íntimas relaciones entre el sol y la luna los estudiaremos primero como pareja y después por separado. Ambos ocupan un lugar señalado en los monumentos del período Clásico y en los libros jeroglíficos, pero ni uno ni otro reciben mucha atención por parte de los mayas actuales, y yo creo que en gran parte se debe esto a que ambos personajes paganos se han fundido en diversos grados con Jesús y la Virgen María, respectivamente, siendo la identificación de la Virgen con la luna mucho más fuerte. En los mitos y en los ritos obsolescentes se hallan por doquier vestigios de la antigua importancia de la pareja.

Los yucatecos, mopanes, lacandones, chortis, kekchís y cakchiqueles creían que el sol era el marido de la luna. Los principales entre quienes no lo creían eran el autor del Popol Vuh y los mayas de Chiapas.

El Popol Vuh, libro sagrado de los quichés, después, de relatar las aventuras en la tierra de los dos héroes gemelos, concluye con la noticia de que subieron al cielo para convertirse en el sol y la luna. Por sus nombres me parecen sospechosas las identificaciones. Uno era Xbalanqué (el prefijo X- indica diminutivo según Recinos), pero Balamqué es el título del sol entre los kekchís, de quienes los quichés parecen haber tomado partes del mito, y significa "dios jaguar", el otro era Hunahpú, nombre de día correspondiente a Ahau en yucateco. Ahau era el día del sol y Ahpú significa "cazador con cerbatana". En el mito kekchí, el sol era un cazador y estaba estrechamente vinculado a su cerbatana. En la versión del Popol Vuh los gemelos eran llamados sol según eso. Aparte del hecho de que en ninguna otra fuente se considera masculino la luna, los quichés actuales de Chichicastenango, lugar donde nació el Popol Vuh, consideran femenina a la luna y la llaman Abuela, mientras que el sol lo llaman Abuelo. Alternativamente, la luna y el sol son llamados Madre y Padre (Schultze-Jena, 1946:29-Bunzel, 1952:226).

Los mayas tzotziles creen que el sol es hijo de la luna, que es equiparada a la Virgen María, ¡y hasta le recitan el Avemaría! Su padre era San José. Es evidente que las influencias cristianas han dejado fuerte huella en la antigua creencia pagana. Jesús y el sol se han fundido en parte y en parte confundido uno con otro. Por lo demás, los tzotziles conservan los nombres de Santo Padre y Santa Madre para el sol y la luna respectivamente, de donde podemos conjeturar que antiguamente también aceptaban la norma general maya de que el sol y la luna eran cónyuges, como sus vecinos los maya tzeltales.

En el capítulo 9 (pp. 425-41) relatamos muchos incidentes de la vida del sol y la luna sobre la tierra antes de que ocuparan sus empleos celestiales. Las hazañas cinegéticas del sol, su adopción de la forma del chupamirtos para cortejar a la luna, su fuga con ella y su vida matrimonial extraordinariamente tempestuosa con el rapto de ella por el rey buitre han divertido a generación tras generación de jóvenes mayas.

Las explicaciones populares de los eclipses de sol y de luna varían considerablemente. Entre los mayas de la península de Yucatán así como entre los mayas tzeltales y kanhobales está muy difundida la creencia de que los eclipses se deben a las peleas conyugales del sol y la luna; el sol la emprende con su mujer por sus liviandades cuando vivían en la tierra o porque es muy chismosa. Los chol palencanos y algunos yucatecos creen que los eclipses lunares los causan un jaguar, una variedad de hormigas llamada xulab en yucateco o algunos demonios. Por doquier es costumbre hacer mucho ruido para distraer la atención del agresor y salvar al sol o la luna agredidos. La gente golpea tambores y botes de hojalata, disparan rifles y cohetes y pega a los perros para hacerlos aullar. Dice el escritor Fuentes y Guzinán que allá por 1665 los mayas pokomanes de Mixco quisieron matar al sacerdote local por haber intentado detener una "ceremonia" durante un eclipse lunar. Los indios golpeaban tambores, tablas, trozos de hierro, azadones y parrillas de hierro, gritaban y lloraban, y decían que querían ayudar a la luna.

Es creencia común de los mayas que la luna brilla menos que el sol porque éste le sacó un ojo al quejarse la gente de que no podía dormir por ser el día tan claro como la noche. Otros dicen que perdió un ojo en una pelea con el sol.

El dios solar

Los nombres principales del sol o el dios solar en el ámbito maya son:  – kin, "sol" o "día" (yucatecos, mopanes, putunes, chol palencanos, manche choles y chortis); –Ah Kin, "El del Sol" (chortis); –Kinich Ahau, "Rostro del Sol" o "Señor del Ojo del Sol" (yucatecos); –kih (quichés, cakchiqueles, zutuhiles y pokomanes); –ki (kih?) y Kitix (tix significa dios, Ixil); –Balanké, "sol jaguar" y sac ke, "Brillante" o "sol blanco" (kekchís); –kih sac "sol brillante" o "blanco" (cakchiqueles) ; –kak o kakal, "fuego" o "ardiente" (tzeltales, tzotziles, tojolabales y chicomuceltecas); –Hun Kak, "fuego único" (lacandones); –ku (chuhes); y tzaiic o tz'aic (jacaltecas). Como la h final de la tierras altas corresponde a la n final de la bajas, kin y kih son lo mismo y ke es probablemente una variante; puede decirse que kin-kih y kak o kakal, "fuego" o "ardiente" cubren todo el ámbito maya, con desviaciones mínimas.

Ciertos títulos de respeto sobreviven: Nuestro Padre o Abuelo (palencanos, quichés y jacaltecas); Nuestro Señor (kekchís, cakchiqueles y lacandones [Ciyum, contracción de Cit Yum?]); y Padre Santo (tzotziles y tzeltales). Sin duda muchos títulos de este tipo se han perdido. Un nombre tzotzil, Nichimsat, "Ojos de Dios", recuerda el yucateco Kinich Ahau.

Ningún grupo maya parece haber aceptado la idea de que el sol fuera el dios creador; la información es escasa, pero la que tenemos dice que el sol es el hijo o la creación de otra divinidad.

El dios del sol se representa en el arte del período Clásico en figura de anciano, con un ojo cuadrado y una curva debajo, y una nariz fuertemente romana. En los códices, como ya apuntamos, se distingue del anciano –dios D– solamente por la adición del signo kin de cuatro pétalos –y aun éste puede estar omitido– una suerte de "barbilla" enroscada que le cuelga de las comisuras de la boca, como los Chacs, y por lo general una espiral, decorada con pequeñas uniones de ángulo recto redondeado, que sale de detrás de su nariz vista de perfil. Los incisivos de la mandíbula superior están limados para formar una T achaparrada, pero este rasgo es difícil de distinguir en los códices (fig. 9). Los cráneos de enterramientos mayas a veces tienen dientes limados de este modo, indicando tal vez que aquellos individuos habían sido consagrados al sol o quizá fueran sacerdotes (ah kin). Las pupilas están en el ángulo interno superior del ojo. Los primeros españoles vieron mayas que bizqueaban, y por Landa sabemos que deliberadamente se lo producían en la infancia, tal vez para indicar la cansagración al sol o para señalar al futuro sacerdote.

Pero como personificación del día Ahau, el sol suele mostrarse en figura de hermoso joven de ojos almendrados. El que Ahau, que significa "señor", era el sol se advierte por el hecho de que el nombre equivalente en algunos lenguajes de tierras altas es Hunahpú, el héroe gemelo que después de sus aventuras en la tierra se convirtió en el sol. Además, un nombre ixil para el día Ahau es Kitix, que significa "dios del sol". Ahpú, otro nombre del sol, significa "el que lleva la cerbatana", y en realidad la llevaba el joven sol por la tierrra. Finalmente, como XAhau, "señora Ahau", era el nombre de la diosa lunar en algunos lenguajes de tierras altas y ella era la esposa del sol, es lógico que su esposo llevara el título de Ahau.

Para complicar más la situación, el día Ahau puede representarse en forma de cabeza de buitre, de mono o de un ser con larga nariz. Especular con estas variantes nos llevaría más espacio del disponible.

Seguramente tenemos que habérnoslas con un aspecto dual del sol: el joven que cortejaba a la luna y tuvo varias aventuras antes de tomar su empleo solar (p. 425) en forma de día Ahau y el dios solar anciano del cielo, asociado con Itzam Na (dios D) y llamado entonces Itzam Na Kinich Ahau, haciendo de signo kin (y de la parte kin del mes Yaxkín y patrón de ese mes).

El glifo del dios solar anciano y la forma simbólica del signo kin suelen tener una suerte de "cola" unida como un apéndice a la derecha o debajo de la cabeza. Esto puede representar un manojo de cuerdas estilizado, por tab, "cuerda", en lugar de u tab kin "las cuerdas del sol", o sea sus rayos. No se encuentra con el joven dios del sol porque, si no me equivoco, éste estaba en escena antes de que el sol se elevara en el cielo.

El dios del sol
Figura 9. El dios del sol. Cabeza de estuco con los dientes limados típicamente y una enroscadura en cada comisura de la boca. Las pupilas en los ángulos inferiores, no los superiores, de los ojos y la supresiín de la parte superior del signo kin en la frente tal vez se deban a la posición de la cabeza en lo alto de la crestería. Palacio de Palenque. (Según A. Ruz.)

Era el sol más temido que amado, porque a menos que intervinieran los dioses de la lluvia, abrasaba las cosechas. En los códices, su aspecto siempre era maligno, con la sequía y el mal tiempo que reservaba para la humanidad. Por otra parte, entre los tzotziles actuales hay la creencia de que el sol protege al hombre, con su luz, de las potencias maléficas que está afuera, en las tinieblas (Guiteras, 1961:287, 294, 301). Los tzotziles también oran al sol para que les dé salud, y probablemente hay una creencia semejante entre los chortis, porque lo consideran el patrón de los brujos y curanderos. El "diccionario de Viena" tiene una entrada que dice: –"ídolo a quien adoraban, que era un hombre por haber descubierto el arte de escribir [las letras] de esta tierra Ytzamná, Kinchahau." López de Cogolludo, que tomó bastante del diccionario de Viena para su documentaciín sobre los dioses mayas, dejó el Kinchahau y atribuyó el descubrimiento a Itzam Na, mientras era evidentemente el aspecto Kin [i] ch Ahau del dios el que debía recibir el crédito. Esto es comprensible, porque los días (kin) eran la base de la adivinación, y los sacerdotes eran llamados ah kin. Wisdom (1940:399) apunta que Ah Kin, el dios del sol, es según los chortis el patrón del conocimiento y el poder, lo que concordaría con aquel papel del sacerdocio y la escritura.

Según dijimos, hay pocas pruebas de que se adore al sol actualmente. Los cakchiqueles de Panajachel (Tax, 1951:559) lo invocaban antiguamente, porque los ancianos se descubren o arrodillan ante él al alba y dicen besando la tierra: –"Ahora has vuelto, señor nuestro. Danos pues permiso de comer y beber este día. No [nos] desmayes en nuestro trabajo diario. Esperamos que nos dejes vivir otro día." De modo semejante apunta Guiteras (1961:97) que algunos tzotziles de Chenalho, de cara al sol, le rezan al salir y al ponerse pidiéndole salud para poder trabajar mucho.

Este rito no lo ejecutan en días nublados ni lluviosos. Los tzotziles chamulas queman incienso ante el sol para reponerse de una enfermedad y los hombres le piden una esposa, del mismo modo que las mujeres piden a la luna un esposo (Pozas, 1947:452-53). Es interesante la insistencia en el aspecto salud. Tal vez se debiera esto a que el sol era esposo de la luna, patrona de las enfermedades y la medicina. En tiempos de pestilencia se hacían peregrinajes al santuario de Kinich Kakmo, que, como veremos, era un aspecto del sol.

A las cabezas de los dioses sustituyen números de uno a trece con cierta frecuencia en los monumentos del período Clásico y muy raramente en el códice de Dresde, según parece con la idea de llamar la atención hacia la creencia maya de que los números eran dioses (parte de la divinización del tiempo que era tan importante en el pensamiento maya) y de aumentar la grandeza o belleza de un texto, algo así como la iluminación de las capitulares en los manuscritos medievales. Las representaciones de los números catorce a diecinueve combinan un maxilar y a veces un signo de "porcentaje" (símbolos ambos del dios de la muerte, divinidad del número diez) con la cabeza del dios del segundo dígito. Por ejemplo, el dios del número ocho es el dios del maíz, la cabeza del dieciocho es la del dios del maíz con los atributos mortales además del dios del diez. El sistema corresponde a los "teens" del inglés –diez y ocho– y está de acuerdo con el modo maya de expresar esos números de palabra.

En esta serie de números divinizados, el dios solar anciano personifica el número cuatro, asociación que probablemente se debe al hecho de que el número cuatro es el de los rumbos del mundo, y el del hombre, ya que éste está hasta cierto punto bajo la protección del sol. La divinización de los números es un concepto maya antiquísimo, puesto que hay ejemplos de números de cabeza en estelas muy antiguas.

Hay también un sistema en que trece días sucesivos empezando por Cabán (día diecisiete) están asociados de modo semejante con los dioses de los números de uno a trece. Así es Cabán el día de la diosa lunar que personifica el número uno (Thompson, 1950:88-89). Ahau, que como hemos visto es día del dios solar de acuerdo con esta norma porque es el cuarto día en la serie que empieza por Cabán y hemos visto que el cuarto era el número del dios del sol.

No hay pruebas de que este dios fuera objeto de un culto guerrero, como en el centro de México en relación con las órdenes militares de los jaguares y las águilas.

Al ponerse el sol, el dios solar descendía al inframundo tierra de los muertos y según los lacandones (Amram, 1942), bajándose de su hamaca iba en hombros de Sucunyum, hermano mayor de Hachacyum, por los infiernos. A medianoche hacían alto para comer algo; al alba, habiendo llegado a la parte oriental del mundo, el sol estaba nuevamente dispuesto a cruzar el cielo (en la creencia moderna, el vehículo puede ser también una carreta o un carro, por influencia europea). Según los mexicanos, se transformaba en esqueleto durante el viaje infernal y debía revestirse otra vez de carne y sangre a fin de tener fuerzas para el viaje diurno. Es probable que los mayas compartieran esta idea, pero falta confirmación del caso.

A causa de sus viajes nocturnos el sol, divinidad celestial, era uno de los nueve señores de la noche y el mundo inferior (el noveno de todos), y éste es uno de los casos en que un dios maya pertenecía a dos grupos diametralmente opuestos. Como señor de la noche, aparece comúnmente en inscripciones con la adición de hachuras (modo de representación del negro en los monumentos) o en otros símbolos del mundo inferior.

Un aspecto del dios solar o de una divinidad solar subsidiaria es Kinich Kakmo, "Rostro (u ojo) Solar Guacamaya de Fuego". Aparece en el códice de Dresde con cabeza de guacamaya y cuerpo humano llevando una antorcha encendida, símbolo de sequía o de calor abrasador, en cada mano; en los monumentos, su glifo es la cabeza de guacamaya con el glifo kin, "sol", delante. En Dresde 406, el número 4 substituye al kin, confirmación de que el sol es el patrón del número cuatro.

El antiguo escritor Lizana dice que había un templo de Kinich Kakmo en el lado septentrional de la plaza de Izamal (el norte estaba asociado con el dios solar). Se decía que aquel dios bajaba a mediodía para quemar el sacrificio, volando como una guacamaya. En tiempos de pestilencia, hombres y mujeres acudían a su santuario con ofrendas. Como hemos visto, el sol era el patrón de la salud, y tal vez por eso no estemos muy equivocados al ver en Kinich Kakmo una manifestación de Kinich Ahau, sobre todo dado que el sol se llama kak, "fuego", en varias lenguas mayas.

Sospecho que los jerarcas fomentaban el culto solar; cuando ellos desaparecieron, los campesinos mayas descuidaron bastante al dios del sol.

Los lacandones tienen un dios al que llaman Acan Chob o Chi Chac Chob, quien se dice que era el esposo de Acna, la diosa de la luna. Como el cónyuge de esta dama era el Sol y como según Tozzer chob significa "bizco", parece seguro que se trata de un nombre del dios solar, porque él era bizco y lo representaban con la pupila en el ángulo superior interno del ojo. Bruce (1967:98-99) tenía a Ah Kin Chob, que podía significar "Señor Sol (o Sacerdote) Bizco", por el esposo de Ix Chel, o sea la diosa lunar en su aspecto de alumbramiento. Esto refuerza mucho la identificación de Chob, "Bizco", como dios solar, pero Bruce dice que es el señor de la milpa y lo considera como el mismo, probablemente, que ¡el joven dios del maíz del códice de Dresde. Por desgracia, la cultura y la religión de los lacandones están ahora en un ruina total.

Según otras fuentes (Baer y Baer, 1952:234, 252; Tozzer, 1907:95; y Duby, 1944:32) ayudó a Hachacyum, su suegro, a hacer los cielos y los infiernos y a robustecer los cimientos de la tierra con grandes peñas y traviesas. Enseñó a los lacandones a fabricar arcos y flechas. Durante los eclipses, los hombres le canturrean para persuadir a Hachacyum de que pare el eclipse, a fin de que no se acabe el mundo. ¿No será esto un recuerdo pervertido de una oración dirigida a él, dios del sol, para que detenga el eclipse (para que no pelee más con la luna)?

La diosa lunar

El nombre del cuerpo celeste Luna es –u o uh en las lenguas de Chiapas y de las tierras bajas, –po en kekchí, pokomchí y su afín el pokomán (nítese po'o en mixe y poya en zoque ambos no mayas), –ik en los muy afines quiche, cakchiquel y zutuhil, –ich en ixil y uspanteca y –kia en mam. Los títulos de respeto dados a la luna son: Nuestra Madre (lacandón, chol, palencano, chorti, tojolabal y mam), Madre Santa (tzotzil y tzeltal), Señora (Ix Ahau o Xhau en mam, jacalteca, aguacateca, tojolabal y chuh) y Abuela (quiche y cakchiquel). En Yucatán, Colel, "Señora", parece haberlo compartido la diosa lunar con la Virgen María y otra deidad (p. 331).

Como ya apuntamos, la diosa lunar suele considerarse esposa del sol, con la excepciín de los tzotziles, que habiéndola confundido con la Virgen María y al sol con el niño Jesús la han hecho casarse con San José y ser madre del sol.

En Yucatán, la diosa de la luna en sus aspectos no lunares se llamaba seguramente Ix Chel, aunque no hay pruebas directas de ello, pero por sus funciones se ve claramente que Ix Chel era la diosa lunar. Los lacandones aplican ese nombre a Acná, "Nuestra Madre", la diosa lunar esposa del sol, cuando hace de patrona del parto; en Yucatán, Ix Chel era diosa del parto, la procreaciín y la medicina.

Siendo Ix Chel una de las principales divinidades de los putunes, y considerando que tenía un gran santuario en Cozumel, en otro tiempo en poder de los putunes, es probable que su nombre lo introdujeran en Yucatán los itzaes putunes cuando conquistaron a Chichén Itzá (p. 30). Nótese también que la capital de los putunes acalanes fue en otro tiempo Tixchel, "en (el lugar de) Ix Chel". Era también una divinidad importante de los mayas pokomchís y hay noticias (Tovilla, 1960, libro 2, cap. 3) de una divinidad manche chol llamada Chuenmexchel, que es casi seguramente una perversión de Chuen e ("y") Ix Chel, puesto que hay una divinidad Chuen. Sospecho que el nombre nació en el grupo de las lenguas choloides, pero su significado no está claro.

Apunta Landa que había una fiesta en honor de Ix Chel en su calidad de diosa de la medicina el sexto día de Zip, pero también dice que el día anterior se ejecutaba una danza denominada okot uil. La mejor traducción de esto sería "danza de la luna", confirmación parcial independiente de que Ix Chel era también diosa de la luna en Yucatán. En todas las demás partes, nos dice, era ella la diosa del parto, y era costumbre poner su ídolo debajo del lecho de la mujer que iba a dar a luz, y añade que era la diosa de hacer criaturas, evidente eufemismo por el coito.

Los kekchís, quichés, tzotziles y chortis (bajo la apariencia de la Virgen de Esquipulas) coinciden con los lacandones en considerar a la luna patrona del parto; las tzotziles le rezan como a Madre Santa pidiéndole fecundidad y un cónyuge.1 Las mujeres encinta están en grave peligro durante los eclipses, y el niño por nacer puede salir deforme si la madre está fuera de la casa cuando la luna es agredida durante un eclipse (pág. 289).

Como patrona de las enfermedades invocan a la diosa luna en una curación para úlceras bajo el nombre de Ix U Sihnal, "Señora Luna de Nacimiento" (Ix...nal es presumiblemente la versión femenina de      Ah...nal, "dueño") en el "Ritual de los Bacabs" (MS:107). En el Yucatán actual, ciertas formas de kak, grupo grande de enfermedades que producen pústulas, entre ellas la viruela, se llaman "kak de la Virgen". Como la diosa lunar llegó a identificarse con la Virgen María (comparten el título de colel, "señora"), es muy probable que la diosa lunar fuera otrora la patrona de esas enfermedades. Yo creo incluso que ciertos almanaques de los códices de Dresde y Madrid, donde la diosa lunar –Diosa I – aparece en todas las partes, trata de enfermedades (Thompson, 1958). En un cuadro (lám. 11c, derecha) tienen el kak (glifo de "fuego", jeroglífico por enfermedades de kak) en la espalda (cuch, "peso cargado a la espalda", jeroglífico por "destino". Los mayas usaban mucho ese tipo de chistes en sus glifos).

En Quintana Roo se cree todavía que la luna influye bastante en la aparición de algunas enfermedades y trastornos (Villa, 1945:136). Los cakchiqueles creían que la luna era causa de enfermedad (diccionario de Coto, fide Brinton, 1869) y según Paul Wirsing, entre los kekchís era la patrona de las enfermedades. Por otra parte, no era ella la única divinidad maya relacionada con éstas, aunque creo que sí la más importante, como parecen demostrar los almanaques de los códices.

En relación con sus intereses sexuales, el sol y la luna eran las primeras personas del mundo que tuvieron comercio sexual después de formados los órganos de ella por el casco hendido de un venado. Licenciosa la luna, tuvo relaciones con su cuñado (Venus) y se fugó con el rey buitre. Los quichés también la consideraban diosa de la procreación y como hemos visto, las tzotziles le rezan para que les conceda la fecundidad y una pareja. También la consideran diosa de la procreación y creen que es más fácil concebir en luna llena, cuando la mujer es más fértil (Holland, 1963:158).

Mi mayoral maya de Socotz, Honduras Británica, Jacinto Cunil, decía cómo su padre le había contado que en tiempos antiguos un hombre cohabitaba con una mujer sólo entre la luna llena y su desaparición. Tocante al lado licencioso de la diosa lunar, en una serie de acertijos registrados en el "Chilam Balam de Chumayel" (Roys, 1933:94), se manda a un iniciado que lleve la cosa o persona vil (kaz, pero esta palabra también puede tener matices sexuales y se aplica a una mujer perdida) de la noche. La solución es la luna.

A pesar de estas relajaciones, a veces se dirigen a la luna como a una virgen y como ya dijimos se confunde con la Virgen María. La razón es sencilla: la virgen, sobre todo en las representaciones españolas de la Asunción, está sobre una media luna, como en la virgen de Guadalupe y la de Izamal, patrona de Yucatán, ambas objeto de gran veneración para los mayas. Viendo la luna, el maya deduce y no sin razón que la Virgen era una diosa lunar. Por cierto que los tzotziles recitan el Avemaria a la luna.

La diosa lunar también está relacionada con el agua. Los cakchiqueles de Panajachel creen que la diosa de la luna es dueña del lago de Atitlán y que tiene su palacio debajo de las aguas (información de Sol Tax). Los tzotziles de Chenalho la consideran diosa de uno o varios lagos locales, le rezan y le ponen flores; los de Chamula corren a los pozos y depísitos de agua durante los eclipses para ver mejor a la luna (Guiteras, 1961:166, 292, Pozas, 1947:475-76). Una expresión yucateca de la invisibilidad lunar en conjunción es –binaan u tu ch'en "la luna ha ido a su pozo" (diccionario de Viena; variante en Motul).

Hay fuerte confirmación de la asociación lunar con el agua en los conjuros para las úlceras anal-kak del "Ritual de los Bacabs", ya citados, que parecen haber tenido estrecha relaciín con la luna por la mención del título de Ix U Sihnal, "Señora del Nacimiento" y porque las enfermedades de tipo kak parecen haber estado particularmente al cuidado de la diosa lunar. El trozo en cuestión (MS: 109) dice: –"Señora Madre [Ix Ahau Na] en el corazón del cielo. El hijo de la Señora del Mar [Ix Kaknab (escrito Kuknab)], el hijo de La que está en el Medio del Cenote [Ix Tan Dz' onot]; el hijo de La que está en el Lodo, el hijo de La que sale de la Arena." El hijo resulta ser las úlceras rojas analkak, objeto del conjuro. Roys traduce Ix Ahau Na por "Señora del Palacio". Na significa "madre" y "casa", y es una opción, pero Roys no había notado las asociaciones lunares de la fórmula y probablemente no sabía que Ix Ahau era un término que designaba la luna en varias lenguas mayas.

Títulos como "Señora del Mar", "La del Medio del Cenote", "La que está en el Lodo" y "La que sale de la Arena" están perfectamente de acuerdo con esa creencia maya visiblemente difundida que relacionaba la diosa lunar con las extensiones de agua.

La espantable cueva de Bolonchén en el sur de Yucatán, denominada XTacunbilzunan, "Señora Oculta o Guardada" servía de provisión de agua cuando se secaban los pozos de la ciudad. Stephens (1843, 2:148-55) describió el festival que se celebraba al utilizarse por primera vez las aguas de la cueva después de haberse acabado las provisiones. Se aderezaba una cámara a 60 m bajo la superficie con ramas y luces y el día transcurría en festejos, música y danzas. Como la cueva está a media legua de la población y el acceso al agua requiere una ardua bajada a las entrañas de la tierra y una subida después aún más ardua, por la carga de los jarros llenos de agua, es difícil aceptar la explicaciín de Stephens de que la fiesta representa la alegría del pueblo por tener otra nueva provisión de agua. El nombre, "Señora Oculta o Guardada", se decía relacionado con una antigua tradición según la cual allí había ocultado un amante a su amada, pero conjeturo que ésta fue una explicación posterior para justificar el nombre y que en realidad Stephens presenció ritos anteriormente usados en honor de la diosa lunar, que otrora tuviera su morada en aquella soberbia cueva, pero cuyo recuerdo se había perdido en los tres siglos de dominio cristiano.

Tales asociaciones de la diosa lunar con las extensiones de agua hallan confirmación en la creencia del centro de México de que la diosa de la luna moraba en el Tlalocan, donde estaban los dioses de la lluvia. Por cierto que en el arte del altiplano mexicano, el símbolo lunar suele servir de recipiente para el agua.

Juntos todos estos puntos suministran la prueba de que la luna estaba muy relacionada con el agua. Damos aquí argumentos para ver en ella también una diosa de la tierra y, por extensión, de las cosechas que rinde.

Cabán, "Tierra", es el día de la diosa; su glifo tiene por principal elemento una suerte de signo de interrogación con una cola ondulada, aceptado generalmente como representación de un rizo de cabello, símbolo de las mujeres en general y de la diosa lunar en particular, que era la mujer, la primera mujer del mundo y la madre de los humanos.

El Kanhobal de San Miguel Acatan aplica el título de "Nuestra Madre" a la tierra y el maíz así como a la diosa lunar, y los tres se identifican en la palabra y el pensamiento (Siegel, 1941:66). Los chortis creen que la luna tiene alguna relación con el crecimiento de las plantas; todos los árboles útiles son suyos, y a ella se le debe su productividad (Wisdom, 1940:400). Los tzeltales dicen que no se debe nunca señalar la luna nuestra madre, con el dedo, porque se seca la milpa (Castro, 1959). Para los huaxtecos, grupo maya separado hace mucho de los demás, la diosa lunar es también diosa de la tierra y el agua (Stresser-Péan, 1952:291).

Paralelamente a las creencias mayas, la mexicana Tlazol-teotl, llamado también Tozi, "Nuestra Abuela", o Teteo Innan, "Madre de los Dioses", que parece haber sido originalmente una diosa lunar huaxteca, era una diosa de la tierra, patrona del parto, la medicina y el tejido; y entre los coras del centro oeste de México, la diosa lunar, llamada también "Nuestra Madre", era la diosa de la tierra y el maíz y esposa del sol (Preuss, 1912:liv-lxxiv).

Yo pienso que la creencia de que la luna era también diosa de la tierra y sus productos es antiquísima y probablemente estaba muy difundida por el horizonte del período Formativo, pero perdió terreno en muchas partes del ámbito maya en favor de los cultos rivales del joven dios del maíz y de las manifestaciones divinizadas del reptil terrestre.

La diosa lunar fue la primera mujer de la tierra que tejió –estaba tejiendo cuando atrajo la atención del sol– y por ello es patrona del oficio. Demuestra todavía su relación con el tejido la creencia lacandona de que lleva consigo en su viaje nocturno por el cielo sus palos del telar para protegerse de algún posible ataque de los jaguares que serán puestos en libertad en el inframundo cuando este mundo termine.

De todos modos, es Ix Chebel Yax, esposa del creador (diosa O), la verdadera patrona del tejido. En su glifo lleva una madeja de hilo de algodón y a veces en el tocado ostenta un hueso de algodón hilado.

Es comprensible el que las dos diosas compartieran el patronazgo del tejido, ya que las principales actividades de la mujer son tejer, cocinar y lavar, que las distinguen de los hombres. En tiempos pasados –en teoría por lo menos– todas las mujeres tejían y todos los hombres labraban la milpa.

Debemos considerar al respecto un conjuro del "Ritual de los Bacabs" (Roys, 1965:162-3) dirigido a Jesús María, llamada también Ix Hun Ahau, "Señora 1 Ahau" o "Única Señora" (esto último parece preferible en vista del nombre de Ix Ahau, "Señora", aplicado a la diosa lunar en las tierras altas de occidente). Se mencionan el algodón bruto, el estambre hilado, el hilo tratado, la barra de tejer (de oro). la copa de hilar (de oro) de Ix Hun Ahau. La evidencia de los nombres María, confundida con la joven diosa lunar e Ix Hun Ahau, si se lee "Única Señora"–apoyan el que sea la luna el objeto de esta invocación, pero no se puede descatar a su rival, la antigua –diosa O –.

En el "Ritual de los Bacabs" (Roys, 1965:23-8), cuatro Ix Chel, asociadas respectivamente con los colores de los cuatro rumbos del mundo, rojo, blanco, negro y amarillo, se citan en un conjuro para el asma en relación con los cuatro Itzam Na. En otro conjuro (p. 53), se menciona a la Ix Chel roja y la blanca. Aquí también la (o las) llaman "virgen" y se habla de su aguja de piedra y sus trece bolas de hilo teñido. El conjuro está dirigido contra la araña que a causa de su tela tiene manifiesta afinidad con una diosa del tejido: el título de "virgen" probablemente se debe a préstamo del culto de la divina Virgen María.

El que compuso el "Ritual de los Bacabs" atribuyó colores del mundo, a veces rumbos también, a tantas personas y cosas que uno no sabe cómo tomar la referencia a las cuatro Ix Chel con sus colores. Yo me inclino a pensar que sólo había una Ix Chel, que la mención de las cuatro era un mero abracadabra, y que muchas asociaciones de objetos con los colores del mundo se recitaban también para impresionar al paciente pero en realidad habían sido una invención del autor.

Hemos visto cómo la diosa de la luna era la personificaciín del día Cabán; su juvenil cabeza es la cabeza del número 1 que personifica, así como el día Cabán es el primero de la serie de los días relacionados con los dioses correspondientes a la misma sucesión de números.

Para resumir este digresivo escrutinio: en las tierras bajas, los mayas creían que la luna era la esposa del sol. Era la patrona de las mujeres en general, de la preñez, el parto y la procreación. Diosa de la medicina y las enfermedades también, como tal aparece en almanaques que tratan de enfermedades en los códices de Dresde y Madrid. Estaba relacionada con los lagos, las fuentes y las aguas subterráneas; y es probable que otrora fuera aceptada en un vasto ámbito por patrona de la tierra y sus productos, aunque este aspecto de sus actividades parece haber quedado bastante en suspenso con el paso del tiempo. Con la diosa antigua (O de los códices) compartía el patrocinio del tejido.

Solía recibir títulos como "Nuestra Madre", "Divina Madre",Abuela, Señora (Ix Ahau, a veces contraído en Xau) Colel, y probablemente "Señora de Uno" o "Señora Una" (Ix Hun Ahau). Su nombre más común parece haber sido Ix Chel. Otros nombres o títulos suyos eran: Ix U Sihnal, "Luna Patrona del Nacimiento"; Ix Hun Zipit Caan, "Señora Una Conjunción de la Luna"; "La del Medio del Cenote", y "Señora Mar".

Puede identificarse sin controversia seria con la diosa 1 de los códices, de Schellhas (lám. 11).

Es extraño que esta diosa, tan importante en los días precolombinos, personaje muy vivido y popular, haya perdido tanto terreno en nuestros días. No era una divinidad impuesta a los campesinos por los jerarcas. El auge de los conceptos europeos de malos vientos y mal ojo es probable que influyera en la disminución de su popularidad, pero a mí me parece que hay otra explicación. El culto de los dioses de la lluvia y otras divinidades de la milpa, estaba concentrado en la milpa, hasta donde no penetraron los frailes. Los personificadores de los Chacs podían blandir los símbolos del rayo hasta hartarse, y los chiquillos amarrados a las patas del altar para representar ranas podían hacer cuanto ruido quisieran imitando el croar de esos animales había pocas probabilidades de que los representantes de la Iglesia catílica y la Corona española supieran lo que estaban haciendo aquellos hombres. Por otra parte, si sus mujeres cuyo medio era el poblado, celebraban alguna fiesta en honor de "Nuestra Madre" de la Luna en la aldea, el cura no tardaría en caerles encima; no podían celebrar las ceremonias sub rosa porque nunca realizaban ceremonias sub arboribus.

Es triste que aquella desenfadada y vivaracha dama, cuyas acciones despiertan nuestro interés y simpatía, tenga ahora que despedirse del escenario.

Los dioses del planeta Venus

Nuestra información acerca del culto de Venus procede en gran parte de seis páginas del códice de Dresde que comprenden tablas de las apariciones heliacales del planeta después de la conjunción inferior y sus "estaciones", junto con textos e ilustraciones, aquéllos con profecías, casi todas melancólicas, de acuerdo con la creencia mexicana de que las salidas heliacales del planeta eran muy peligrosas para diversas categorías de humanos y sus cultivos.

El material del códice, aparte de datos muy paralelos a los del centro de México, muestra una influencia directa de ahí en los nombres de tres de los cinco dioses de Venus. De acuerdo con eso parece justo suponer que las páginas de la actual edición del códice remplazan a las originales (perdidas) que presentaban la cosa de otro modo. Hay probablemente una interrupción entre el período Clásico y el Posclásico. Las influencias de México seguramente son tardías y es posible que entraran en el siglo diez, con los putún itzaes (p. 30), porque el nombre de otro príncipe, Lahún Chan, "Diez Cielo", no es yucateco sino atribuible a los putunes o a algún otro miembro del grupo de lenguas chol-tzeltal-tzotzil que tiene ch en lugar del yucateco c, ya que cielo en yucateco es caan, no chan. El glifo del dios comprende el número diez y el signo del cielo. Siendo el culto ajeno, el material muy complejo y la identificación de los dioses difícil, no entraré en detalles. El material queda estudiado en otra parte (Thompson, 1970).

De las otras cuatro divinidades, basta saber que una, con los ojos vendados, es casi seguramente Itzlacoliuhqui-Ixqui-milli, el dios del frío de los ojos vendados, de México, que era también Venus como dios del alba. Otra tiene un pájaro de plumaje verdiazul en el lóbulo de una oreja, y una serpiente probablemente estaba insertada en el otro, ya que asoma más allá del perfil del dios más o menos a la altura del lóbulo. Juntos los dos formarían el nombre de Quetzal-coatí, porque el ave es probablemente el quetzal y cóatl es "serpiente". La proposición se robustece por lo que parece una caracola, símbolo de aquel dios, puesta delante de su tocado. Quetzalcoatl era ciertamente un dios de Venus como lucero de la mañana. Otra tiene la cabeza de un felino, tal vez el puma. Su glifo comprende cinco elementos, rasgo muy desusado en la escritura maya, y creo que es un intento de escribir un nombre náhuatl, porque muchos nombres nahuas son polisilábicos. Uno de los elementos se parece notablemente a un dibujo de la constelación de Orion.

El último de los cinco es un –dios L– de rostro negro, un dios yucateco harto raro, del que se sabe muy poco; yo lo identifico, no sin vacilar, con uno de los Bacabs. Así, pues, sólo uno de los cinco es yucateco.

Hay razones para creer que 1 Ahau, el día ritualista de la salida helíaca después de la conjunción inferior, llegó a ser un título colectivo de los dioses de Venus. En un almanaque colonial, el regente de un día Lamat, cuyo glifo es el signo de Venus, es descrito como "1 Ahau de rostro de jaguar con los dientes salientes". En todas las demás partes se dice que Lahún Chan tiene dientes grandes, y en otra alusión indirecta se mencionan su cabeza de jaguar y sus cuartos traseros de perro. Además, en los monumentos del período Clásico las apariciones del día 1 Ahau suelen ir vinculadas a cláusulas con los glifos de Venus.

Este culto de Venus lo ejercía la jerarquía, pero debido a sus asociaciones astronómicas atraía poco al campesino como se ve en el papel verdaderamente menor del planeta en la vida actual del maya. Los mayas kekchís y los mopanes, éstos probablemente por influencia de los primeros consideraban al planeta, al que llamaban Xulab, "Cuidador (?) de los animales salvajes", patrón de la caza. Se dice que tenía los animales selváticos en una cueva especial y que los soltaba para que los cazaran quienes le quemaban copal. Este aspecto del culto probablemente se debió al hecho de que se consideraba en general el alba el mejor tiempo para la caza. Entre los dioses yucatecos conocidos de la caza no se halla el nombre del planeta. Los kekchís también dicen que el lucero de la mañana es un perro (¿ de caza?) que corre delante del dios del sol. Otros nombres son Ah Ahzah Cab, "Despertador" (yucatecos y lacandones) ; Xux Ek, "Estrella Avispa" (yucatecos); Cañan Chul Chan, "Guardián del Cielo Divino" (tzeltales) ; y en todas partes, nombres que significan "estrella grande".

Dioses de la lluvia: los Chacs

Los Chacs o Chaacs, dioses yucatecos de la lluvia, reciben más oraciones y ofrendas, en un contexto pagano, que ningún otro ser sobrenatural; pero no debemos olvidar que el maya se considera un buen católico y no hace una distinción consciente entre cristianos y no cristianos en los grupos a quienes ora.

Su culto es antiquísimo, como lo atestiguan las representaciones y los glifos de dioses en los monumentos del período Clásico y los códices, pero se limita a las tierras bajas; en los altos de Guatemala y Chiapas, el don de la lluvia suele estar en manos de los dioses de la montaña o la tierra. Adoraban a los Chacs los manche choles, porque en el vocabulario de su lengua tenemos: relámpago, u lem o leem chahac, "relámpago de Chac"; y rayo, chahac. Los Aulies han grabado un relato chol palencano de Chahc, que traducen por "Relámpago", quien fue a ponerse en pie sobre las aguas, porque ya había llovido mucho. Envió a su sirviente a pedir tela a la esposa de él (Chahc), pero el sirviente sólo halló en la casa unos sapos, que eran los hijos de ella. Volvió otra vez y halló a la esposa de Chahc. Rasgó mucho algodón para Chahc, pero no era realmente algodón sino nube. "Se alza porque contendrá lluvia." Como veremos, las ranas y los sapos tienen mucho que ver con los Chacs. Este relato nos hace ver que el culto de los Chacs prevalecía entre los chol palencanos. Al parecer no se extendió entre los putunes, cuya denominación del relámpago, chauuc, está relacionada con una derivación paralela (con desviación hacia el yucateco cauac) en Chiapas y por todas las demás partes.

La primera mención de los Chacs de Yucatán se halla en Landa, quien los llama dioses de los maizales y los granos, pero una de las ceremonias en que especifica su participaciín era por la lluvia. También habla Landa de los cuatro Chacs adscritos a los cuatro rumbos y colores del mundo (este, rojo; norte, blanco; oeste, negro; sur, amarillo). A diferencia de los demás escritores, Landa inserta la palabra xib, por lo general "hombre" pero aquí tal vez un radical antiguo con significado de "dispersar", antes de la palabra Chac.

Según el diccionario de Motul, Chaac era un hombre de gran estatura que enseño la agricultura y a quien los indios tenían por dios del pan, el agua (en el sentido de la lluvia), el trueno y el relámpago. Es evidente que se trataba de un dios de las milpas y su producción, sólo en el sentido de que si los Chaacs no enviaban las lluvias no había cosecha. Chac, forma más corriente ahora pero probablemente menos correcta de escribir el nombre del dios, es un adjetivo que significa "rojo", "grande" o "grave". El campesino yucateco actual piensa vagamente que los Chacs son viejos de pelo blanco, a menudo barbados, y según unas pocas personas, altos. Yo creo que se sobreentiende que sus rasgos son humanos.

Según la creencia de nuestros días, hay cuatro Chacs principales, llamados Nucuch Chacob, "Los Grandes Chacs", con el mismo color y concomitancias direccionales que señaló Landa. Hay otros muchos Chacs menores, que veremos más adelante.

En general se acepta que los Chacs son los mismos que el –dios B– de los códices, una deidad con larga nariz colgante, una espiral debajo del ojo (cuya pupila representa una voluta), un saliente peculiar de la nariz que termina en un rizo, y una boca por lo general desdentada pero a veces con dientes normales. Como en el caso del dios del sol, un objeto delgado semejante a una cinta con una incurvación hacia atrás sale de las comisuras de la boca, y a menudo algo semejante cuelga del centro de la mandíbula superior. La identidad de estos objetos es insegura, pero me siento inclinado a ver en ellos la lengua flameante de la serpiente (láms. 4a, 8a-c, 10a, b). Spinden (1913:62-4) y otros han demostrado de modo conclusivo que los rasgos de este dios de larga nariz, igualmente común en los monumentos, proceden de los de la serpiente. Por cierto que la cabeza del –dios B– a veces está unida al cuerpo de una serpiente o bien él, en forma humana, monta una serpiente (lam. 106). Como veremos al estudiar las divinidades de la lluvia llamadas Chiccháns, el maya chorti todavía conserva la antigua tradición de que aquellas divinidades de la lluvia eran serpientes.

En los códices, los Chacs (dejo el nombre de –dios B–por el de Chac) están relacionados precisamente con los mismos rumbos y colores del mundo que comunica Landa y los actuales investigadores de Yucatán; es frecuente que estén subidos en árboles direccionales del mundo, rasgo que no se menciona en fuentes modernas. Pero en los códices y en monumentos del período Clásico, Chac blande un hacha con hoja de piedra inserta en un mango de madera (láminas 4a, 8a), rasgo que comparte con sus primos mexicanos, los Tlalocs. Los mayas mopanes del sur de Belice llaman a las hachitas de piedra pulimentada que suelen encontrarse al desbrozar terreno para una milpa baatchac, "hachas de Chacs", y creen que son los rayos lanzados por los Chacs.

A veces en los códices los Chacs llevan antorchas ardiendo, símbolo del calor abrasador y la sequía, porque los Chacs pueden tanto enviar como retener la ansiada lluvia.

La importancia de los Chacs en la vida maya se advierte en los muchos almanaques adivinatorios dedicados a las actividades agrícolas en los códices, porque en ellos predominan los Chacs. Según Schellhas, en el códice de Dresde están representados éstos 141 veces, aproximadamente la mitad del total de todos los retratos de dioses (los más abundantes: la diosa lunar, 51 veces; el dios de la muerte, 33; el dios D, 19; el dios C, 17; y el dios del maíz, 14).

Una denominación general para todos los Chacs es Ah Hoyaob, "los que riegan" o "los que orinan" (Redfield y Villa, 1934:115). En escenas de los códices, la lluvia cae de entre las piernas de un Chac o una diosa, la O, según parece (códice de Madrid, 9b, 30b, 31 a, 32b), y en el de Dresde, 37b, un Chac está haciendo aguas. La orina termina en la cabeza de una garza, probablemente por uno de esos juegos de palabras tan frecuentes entre los mayas: bacha significa "garza" y "echar agua desde una vasija de boca angosta", que en este caso es el pene.

En otras escenas de los códices se ven Chacs o la –diosa O– vertiendo agua desde cuencos invertidos (por ejemplo, códice de Dresde, 36c, 39b, 67a, 74; códice de Madrid, 9b, 13a, 14b); en los códices mexicanos los Tlalocs están representados de modo semejante, y en las creencias actuales, los Chacs producen la lluvia regando con unas calabazas (láms. 9, 10).

Tozzer (1907:155) dice que otro nombre de los Chacs es Adz'enulob, pero debe tratarse de Ah Tzenulob "los que mantienen o proporcionan alimento a los demás", de acuerdo con la primera definición de los Chacs, dadores de alimento por medio de las fructíferas lluvias.

En Yucatán y Quintana Roo sobreviven los nombres de algunos Chacs (Redfield y Villa, 1934:115-16, 339-55; Villa, 1941:118), pero hay incertidumbre acerca de si se trata, según se cree actualmente, de títulos de Chacs individuales o colectivos. En relación con la identificación de los Chacs con los santos católicos que veremos más adelante,San Miguel se ha convertido en una suerte de general de los Chacs, pero el hecho de que es un intruso se echa de ver en que no va con los Chacs a verter agua sobre la tierra.

El verdadero jefe de los Chacs es Kunkú Chac (kun puede ser "tierno" o "amable", ku es "dios"). Cuando van a llegar las lluvias, al acabar la estación de las secas (allá por el 1 de junio en Yucatán), los Chacs se reúnen en chun caan, "el fondo del cielo", situado en el este. Desde allí cabalgan en sus caballos, saliendo por una puerta llamada holhún taz muyal (según parece, "trueno que empieza en la capa de nubes"), con Kunkú Chac al frente. Atraviesan los cielos, cada uno con su calabaza de agua en una mano y blandiendo en la otra algo parecido a un machete, el leletn, "rayo", porque produce ese fenómeno, para ocupar su puesto en las cuatro direcciones del mundo. Son las nubes que se juntan y van hacia el oeste.

Aparte de Kunkú Chac, los otros Chacs son: XT'up Chac (t'up, "el más pequeño", "el menor"), llamado también Ah Chalen Caan Chac, "Chac del cielo de Agua Clara" (probablemente corrupción de Ah Ch'alelem Caan Chac, "Chac del cielo que lleva el rayo") y también Ah Bulen Caan Chac (pero seguramente buleu o buleb, "jarro"), "El Chac del Cielo que Lleva el Jarro", alusión a las jarras de agua que llevaban los Chacs (lám. 9, arriba). Lleva una calabacita llamada zaayam o zaayab chu y cuando cabalga sobre los cenotes, el agua sube ruidosamente para volver a henchir la vasija; sobre las milpas cae de ella el agua a torrentes. Chu significa en realidad portador de agua, sin especificar el material de que está hecho, y por eso se aplica la palabra a las vasijas de cerámica como las que llevan los dioses de la lluvia en los códices mayas y mexicanos.

Ah Bolín Caan Chac, "Chac del Cielo Nueve", "Innumerable Chac del Cielo" o "Chac del Cielo Virgen" es otro del grupo. Probablemente tiene este nombre una larga tradición, porque en las inscripciones del período Clásico son comunes las cabezas del dios narigón con el signo de "cielo", caan, en forma de prefijo. Este Chac se llama también Bohol Caan Chac, "Chac del Cielo que Retumba".Como su nombre indica, truena mucho pero envía poca agua.

Está también Ah Hadz' en Caan Chac, "Chac del Cielo Restallante", porque sus truenos son como el restallar de un fuete.

Tal vez otro Chac distinto, pero que yo creo meramente variante de uno de los nombres de XT'up Chac, es Ah Le-lem Caan Chac, "Chac Rayo del Cielo".

Ah T'oxín Caan Chac, "Chac Distribuidor del Cielo", envía una lluvia fina y duradera, Hopop Caan Chac, "Chac que pone luz en el Cielo", que es el que hace el relámpago; Mizén Caan Chac, el "Chac que barre el Cielo"; Xoc Tun Caan Chaacob, los "Chacs contadores del Cielo", porque llevan la cuenta de los Chacs cuando se reúnen (pero xoc es también un mítico pez celestial); y Ah Ch'ibal Tun Chaacob, "Chacs de Todas las Generaciones", son otros nombres de los Chacs.

El obispo Landa habla de cuatro divinidades, que denomina Pauahtúns rojo, blanco, negro y amarillo, adscritos a los rumbos del mundo y la serie de los años, pero su relato es confuso, porque supone que tanto los Chacs como los Pauahtúns eran otros nombres de los Bacabs. No dice nada de las funciones de los Pauahtúns. También están mencionados éstos en los escritos de Granado de Baeza (1813), cura de Yaxcaba (1845), donde los llama Pahahtúns, dice que son divinidades de la lluvia, relacionadas con las direcciones y los colores del mundo, y para entonces ya se habían identificado con –Santo Domingo (este), –San Gabriel (norte), –Santiago (oeste) y –XKan Le Ox, "Señora Hoja de Ramón Amarilla", alias María Magdalena (sur). Según los hmen informadores de Redfield y Villa (1934:116), Pahuatún (sic) es otro nombre de Chac; en Quintana Roo se dan las formas de Papatún y Babatún, y también allí las consideran otros nombres de los Chacs. Ciertamente, se presentan juntas: Kan Babatún Chac, Ek Babatún Chac, "Babatún Chac Amarillo, Negro", etc. (Villa, 1941:118). En su origen tal vez fueran vientos servidores de los Chacs y después identificados con ellos. Villa añade que el Babatún Chac Rojo, del este, también es conocido por Cangel.2

Los muchos nombres de los Chacs parecen reflejar la costumbre maya de aplicar muchos apelativos a una sola divinidad o un grupo de divinidades, principalmente para poner de relieve sus funciones, situación que ya hemos hallado al ver las designaciones de la diosa lunar.

Los principales Chacs, como hemos visto, residían en chun caan, "al pie del cielo", salvo cuando tomaban sus puestos en los cuatro puntos cardinales (o los ángulos situados entre ellos, como creen algunos), durante la estación de las lluvias. Por otra parte, los Chacs menores, cuando no están dedicados a hacer lluvia, van por la selva y se refugian en cenotes o cuevas (Villa, 1945:103). Por cierto que en algunas escenas del códice de Dresde están representados Chacs en los cenotes o a horcajadas sobre ellos. También podemos anotar que las víctimas arrojadas al cenote de Chichén Itzá se reunían con los dioses y les platicaban debajo de las aguas; siendo el culto del cenote primordialmen-una petición de lluvia, podemos deducir que esas divinidades eran tanto Chacs como Itzam Na. La gran importancia de las ofrendas en aquel cenote lleva a la ulterior conclusión de que los Chacs de allí no eran meros subordinados.

Es necesario decir algo acerca de la creencia de que los cuatro grandes Chacs recorren el cielo a caballo. Como ya apuntamos (p. 5), esto puede deberse a que los mayas, al primer contacto con los españoles, creyeron que caballo y jinete eran un solo ser y relacionaron a aquellos centauros del Nuevo Mundo con los Chacs por los relámpagos y los rayos que lanzaban (con sus armas de fuego). Una razón más importante en esta cuestión creo ser el relato de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, que cabalgan un caballo rojo, uno blanco, uno negro y uno leonado (amarillo), casi exactamente los mismos colores que los de los cuatro rumbos de los mayas, que pueden haberse confundido con alusiones a los cuatro ángeles (¿los canhel?) que se erguían en las cuatro esquinas de la tierra (D. E. Thompson, 1954:13). El Apocalipsis fue seguramente de irresistible atractivo para la mística maya.

Correspondiendo a los muchos nombres de los Chacs hay diversos apelativos y glifos representativos de los Chacs en los códices y los monumentos del período Clásico. El glifo (668) de los Chacs en los códices y también en Chichén Itzá y Uxmal, pero en ninguna otra parte (buena prueba de que los códices fueron escritos en Yucatán), es el dorso de un puño, con la usual 'cuenta de jade" en el pulso. Está personificada la mano por tener boca y una nariz vestigial; el símbolo de T achaparrada puesto en el medio sirve de ojo. Suele llevar el afijo 103. El símbolo de T es el elemento de identificación del día Ik, palabra que en maya significa "viento", "aliento" y por extensión, "vida". No obstante es evidente que también significa "germinación", ya que de él salen plantas (lám. 15c, d). Tal vez deba leerse la mano en esta posición kab, "mano", pero también "hacer algo con la mano". El todo probablemente significa algo semejante a "causa de germinación", buen título para los dioses de la lluvia.

Los tlalocs o dioses aztecas de la lluvia están tan cerca de sus primos los Chacs 3 que es por lo menos posible que algún rasgo del culto de Tláloc no registrado en el ámbito maya caracterizara entonces el culto de los Chacs. Según la creencia mexicana y zapoteca, los dioses de la lluvia tenían cuatro grandes tinas donde almacenaban la lluvia; algunas lluvias eran buenas, pero las de otras tinas eran perjudiciales y causaban mohos o heladas. No parece haber sobrevivido una tradición semejante en las tierras bajas de los mayas, pero en almanaques que representan a los Chacs en relación con los rumbos y colores del mundo en los códices de Madrid (3a-6a) y Dresde (31b-35b), hay cuerpos de agua contenidos en los enroscamientos de unas serpientes. En el códice de Madrid hay un Chac en pie junto a cada uno de los cuatro ofidios recipientes; en el de Dresde, el Chac está en pie, acurrucado o saliendo de las mandíbulas abiertas del recipiente reptil (lám. 4a), de los cuales hay tres, y el que esperaríamos hallar en la primera parte está inexplicablemente ausente. Parece haber toda clase de razones para suponer que aquellos reptiles recipientes corresponden a las cuatro tinas que contienen las lluvias en la creencia mexicana y zapoteca.

Las ranas, porque con su croar anuncian las lluvias, están íntimamente relacionadas con los Chacs. Son los músicos y los huéspedes suyos. Un mito encantador de los mayas mopanes del sur de Belice cuenta las aventuras de un muchacho que trabajaba para los Chacs (Thompson, 1930: 149). Maliciosamente invierte la calabaza de la lluvia de los Chacs y casi inunda todo el mundo; abre la bolsa de los vientos y éstos se precipitan aullando y ululando por todas partes, y barre las ranas de la casa de los Chacs sin darse cuenta de que son sus músicos y sus invitados. La leyenda de los chol palencanos ya citada nos dice que los sapos eran los hijos de la esposa del Chac, y es de suponer que también los de éste.

Los favoritos de los Chacs eran las ranitas negras que tienen una raya anaranjada en el dorso, llamadas uo (Rhynophrynis dorsalis), que también dieron su nombre al segundo mes de veintidós días del calendario yucateco. Se meten bajo tierra y supongo que allí pasan en hibernación la estación seca y, como todo maya sabe, su cuerpo está lleno de atole de maíz nuevo.

En el códice de Madrid, página 31a, rodean al Chac unas ranas marcadas con los cuatro glifos direccionales del mundo y arrojan agua por la boca; y de la parte baja del cuerpo del Chac mana un torrente de agua (lám. 10, arriba). En la gran ceremonia de la sequía, ch'achac, "llamar a los Chacs", que todavía se celebra en las aldeas mayas de Yucatán, amarran a un chiquillo a cada una de las cuatro patas de un altar temporal. Estos chiquillos representan las ranas, e imitan el croar de esos animales para atraer la lluvia por un proceso de magia simpática.

Lo que queda dicho debe parecer un trozo harto seco de infonnación erudita. En cambio, yo quisiera que comunicara a los lectores la jubilosa ternura de que he sido testigo cuando uno de mis mozos mayas ha sacado de su sueño un uo en la estación seca con el pico o la pala en mis exploraciones arqueológicas. En cierto modo, el interés suscitado podría compararse al que provoca una perra de pedigree con crías de un mes, pero no es sólo eso, ya que hay un fuerte matiz religioso además; el uo simboliza la resistencia del hombre a las fuerzas maléficas de la sequía.

De modo semejante, la tortuga es un aliado de los Chacs pero a diferencia del uo, está ausente durante las secas. Sus ojos se llenan de lágrimas; llora por la aflicción de los hombres, y se dice que sus lágrimas atraen la lluvia. En pago, el pío milpero cuando prende fuego a lo que será su milpa, primero grita a la tortuga para advertirle que se ponga a salvo. La tortuga lleva en su pechera la cruz kan, símbolo de la lluvia, en el glifo del caparazón de tortuga está bien visible la cruz kan, y la cabeza de la tortuga, cuando hace de glifo del mes Kayab, lleva la misma cruz kan en los ojos. Ambos son elementos del folclore y los misterios de la religión maya.

Sacerdote, noble y campesino se unen en la adoración de los Chacs, convergencia de creencias comprensible puesto que la sequía era una constante causa de angustia tanto para el campesino como para sus parásitos. La aparición de la tortuga y la rana en chubascos (Madrid, 17c) demuestra que los elementos de la religión popular habían conquistado un lugar en los libros jeroglíficos, que sólo la jerarquía manejaba.

En cuanto al lugar de los Chacs en la religión de los jerarcas, parece que eran dioses del número seis. El perfil del dios correspondiente a ese número se caracteriza por un hacha enastada dentro del ojo, y recordaremos al respecto que el hacha es un atributo de los Chacs y que con ella hacen los rayos. Algunos glifos del –dios B – (por lo general con el sufijo -te) en los textos del período Clásico lo muestran con un hacha frente a su sien, de modo que el filo casi toca el ojo. Y a veces (por ejemplo en Yaxchilán, L. 33, Hl, Est. 11, R3) el hacha cubre efectivamente parte del ojo. A pesar de esta estrecha relación entre el Chac y el hacha, y del hacha en el ojo del dios del número seis, esta divinidad no tiene la larga nariz típica de los Chacs. No obstante esa ausencia, la relación parece conservarse, porque el día que corresponde al número seis en la serie que empieza con Cabán (p. 293) es Ik, pero ya hemos visto que el signo de Ik es el rasgo central en la forma de mano codical del apelativo del dios.

Los muchos glifos y pinturas de los Chacs en el período Clásico (en que algunos son difíciles de distinguir de los de Bolín Dz'acab) y en los códices señalan la gran importancia de aquel grupo de dioses, importancia que compartían los dioses de la lluvia en los cultos jerárquicos de la Oaxaca antigua y del altiplano mexicano. En todas las regiones, la jerarquía necesitaba conciliarse al campesino, en cuyo trabajo y sustento se apoyaba el régimen; un esfuerzo decidido para propiciarse los dioses de la lluvia podía esperarse que asegurara la prosperidad colectiva y con seguridad contribuiría a la estabilidad política.

En cuanto al campesino, su implicación era más directa y emocional.

Las angustias de los cultivadores en la espera de si las lluvias llegarán a tiempo son de todos los países, pero a diferencia del campesino del Viejo Mundo, y su economía de pasto, heno y raíces para compensar las pérdidas de cereales con el ganado, el campesino maya puede decirse que sólo tenía una cuerda en su arco y no poseía ganado propiamente dicho que amortiguara los riesgos. Por esta razón, los ritos de invocación a los Chacs, en particular el ch'achac, "llamado a los Chacs", que se celebraba en tiempo de sequía con la participaciín de toda la comunidad masculina, está cargado de honda ansiedad ante la sombra del hambre que se avecina. Aquellos temores hallan un derivativo temporal en el servicio comunal.

El hmen, rezador, debe intervenir para celebrar la ceremonia; y hay que construir el altar con sus cuatro postes de horquilla en las esquinas y su hojosa cubierta de habín verde. A mediodía del primero de los tres días, todos los hombres acompañan al hmen para llevar agua no contaminada (zuhuy ha) desde un cenote distante donde llenan los Chacs su calabaza cuando riegan el maíz verde, y sólo se llega allí arrastrándose por un obscuro y resbaloso túnel de unos 30 m de largo, garantía de que ninguna mujer ha contaminado la fuente con su presencia. La difícil entrada y el movimiento serpeante de la procesión iluminada por antorchas aumentan el sentimiento de pavor que caracteriza este ritual. En la noche, los hombres vuelven y cuelgan las calabazas de agua virgen junto al altar; y tienden sus hamacas en el espacio despejado en torno para que durante los tres días del rito toda la comunidad guarde continencia. Porque la incontinencia de una sola persona sería un desastre, excluyen rígidamente a las mujeres de todo el procedimiento, pero las tienen ocupadas suficientemente preparando las ofrendas de alimentos. Los hmen hacen oblaciones a intervalos en el segundo día.

El tercer día, los ritos llegan a su punto culminante. Después de echarles por el pico ceremonialmente licor de balché, se sacrifican casi cuarenta gallinas; el altar está lleno de preparaciones de maíz de todo tipo, en general dispuestas en múltiplos de los números sagrados cuatro, nueve y trece: nueve cubetas de sopa; cuatro veces nueve harinas de una variedad; y otros nueve de tipo más especial; trece calabazas de balché; y dos calabacitas llenas de lo mismo. Los muchachos ranas están amarrados a los cuatro postes del altar, y un anciano, que representa a Kunku Chac, jefe de los Chacs, va a hombros de cuatro varones hasta un espacio despejado situado a unos 7 m al este del altar, que representa el chun cuan, la morada de los Chacs. Esto se hace con cuidado y reverencia, de modo que ninguno de los portadores vuelva la espalda al altar, donde todos los dioses están ahora reunidos.

Va a culminar la ceremonia. El hmen, arrodillado (posición cristiana) ante el altar y flanqueado por sus dos ayudantes principales, repite la oración de llamado a los dioses; mientras ora, los ayudantes riegan de balché el altar y ponen más copal en un incensario humeante. Las "ranas" croan de un modo especial para llamar la lluvia y de vez en cuando, Kunku Chac imita con su voz el sonido del trueno y blande su vara de rayo. Consagran una tras otra las diversas ofrendas de alimentos y las van retirando del altar. Después todos se apartan a cierta distancia de allí y en silencio total esperan mientras los dioses toman su parte de las ofrendas. El alimento se divide luego entre todos los presentes y la ceremonia concluye con un banquete.

Así era, resumido, el ch'achac ejecutado hace tres décadas en Chankom, muy cerca de Chichén Itzá (Redfield y Villa, 1934:138-43). De un pueblo a otro hay variaciones mínimas. Los lugareños de Telachaquillo celebran su ch'achac a orillas del cenote más oriental dentro de los muros de la antigua Mayapán (nótese que el lar de los Chacs está en el cielo oriental); se dice que el hmen arroja parte de las ofrendas al cenote. En otro lugares se ponen cuatro hombres, que personifican a los Chacs, con la calabaza y el machete de los rayos en las cuatro esquinas del altar; durante las oraciones bailan nueve veces en torno al altar blandiendo sus machetes de rayo. Un grupo de cuatro muchachos imita en la selva en torno el chillido de la chachalaca, bach (parecido al de la chova), que se entiende presagia lluvia.

Esta gran intercesión ceremonial de tres días ilustra perfectamente la influencia que tienen todavía los Chacs en el campesino maya. Es dudoso que el ch'achac actual difiera en lo esencial de la ceremonia de las pequeñas comunidades en los días precolombinos. Las ceremonias "oficiales" para la lluvia, con sacrificios de niños, procesiones y ofrendas a los cenotes, se extinguieron naturalmente hace mucho, pero una y otra vez los hallazgos arqueolígicos de ofrendas, por ejemplo excéntricos de pedernal (p. 187) en lotes de nueve o, con menos frecuencia, de trece y veinte (p. 266) señalan la feliz continuidad de los ritos a través de un milenio.

Dioses de la lluvia: Chiccháns y obreros

Los dioses de la lluvia de los mayas chortis de Guatemala oriental y las partes adyacentes de Honduras y El Salvador (mapa 3) han sido estudiados por Wisdom (1940:392-7). Son esencialmente parientes cercanos de los Chacs, aunque difícilmente podríamos hablar de parentesco de carne y hueso, ya que por las venas de los Chiccháns corre la fría sangre de las serpientes, donde se echa de ver el origen serpentino de los Chacs.

Los Chiccháns del cielo, según creen los chortis, son cuatro sierpes gigantescas (chan es "serpiente" en chorti), cada una de las cuales mora en el fondo de una gran extensión de agua en los cuatro puntos cardinales. El Chicchán principal reside en el norte, en el fondo del Golfo Dulce ahora lejos del territorio chorti pero otrora dentro de las tierras chorti choles. Una creencia variante pone en cada rumbo del mundo un Chicchán hembra y uno macho, y una pareja más en el norte (¿confusión con el centro?). Del encuentro de una hembra Chicchán con una nube cuando se precipita por el cielo nacen violentas tormentas y chaparrones; el trueno se produce cuando un Chicchán le grita a otro de rumbo opuesto. Y si gritan mucho, el trueno es continuo. Por esta razón llaman a veces a los Chiccháns del cielo Ah Ciricnar, "Dueño del Trueno". También lanzan rayos. Hay además innumerables Chiccháns terrestres que viven en los ríos, las fuentes y los lagos, pero al acercarse las secas van río arriba y entrando en su nacimiento, pasan la estación en las alturas de donde sale el río. Al empezar las lluvias, los Chiccháns vuelven a los ríos, que el grandor de sus cuerpos hace crecer; si varios de ellos van al mismo tiempo aguas abajo, el río se desborda. Los movimientos de los Chiccháns dentro de las alturas producen temblores de tierra; un ligero temblor indica que el Chicchán se agita en su sueño, y un terremoto violento se produce cuando el Chicchán se da una vuelta completa.

Chicchán es el nombre del día quinto en el calendario yucateco, y si bien ahora en yucateco no significa nada, seguramente procede de un original choloide que significaría alguna serpiente concretamente, en parte porque ese quinto día es Serpiente en el almanaque sagrado mesoamericano y en parte, por la mancha hachurada de las cejas o sienes del día Chicchán, que es un símbolo de ofidio, pero sobre todo, como ya apuntamos, porque chan es "serpiente" en las lenguas choloides.

Además de los Chiccháns del cielo hay otros cuatro dioses gigantescos, los Ah Patnar Uinicob, conocidos en español por "los ángeles obreros" (véase anhel, p. 312 n.) pero que en yucateco podría significar "Dueños de los hombres de las Jarras", posible alusión a las jarras con que echan agua a la tierra. Están íntimamente vinculados con los Chiccháns en la producción de los fenímenos celestiales y, como apunta Wisdom, a veces se confunden con ellos. Como los Chiccháns del cielo, están en los cuatro rumbos del mundo y cada uno de ellos obra como "compañero" de un Chicchán; varios informantes los creían superiores a los Chiccháns, que serían sus ayudantes. El Ah Patnar Uinic del norte es el más importante. Para producir la lluvia, los Chiccháns de tierra baten las grandes extensiones de agua y ésta se eleva para formar nubes, y entonces los Ah Patnar Uinicob golpean las nubes con sus hachas de piedra para sacarles el agua, y así cae la lluvia; hacen también el rayo y a veces los llaman Hacedores de Rayos.

El rayo se produce al atravesar el aire las hachas de piedra; un lugar o un árbol herido por el rayo fue golpeado por alguna hacha destinada a matar aquí abajo a un Chicchán terrestre. Los Ah Catiyín, a veces bisexuados, cuyos jefes están en los cuatro puntos cardinales, también contribuyen a hacer lluvia batiendo las nubes.

En las secas los remplaza un grupo de cuatro dioses jóvenes. Los llaman Ah Kumix Uinicob, en español los ángeles menores. Kumix es el menor, el más joven o último de una serie, directamente comparable al T'up Chac.

Aunque a primera vista parece haber una separaciín bien marcada entre los Chiccháns y los gigantes, en realidad hay gradaciones, porque si bien los Chiccháns son considerados generalmente serpientes gigantescas, a veces los ven con la parte superior del cuerpo de forma humana, y la mitad inferior es de serpiente emplumada, o "tal vez sea un hombre gigantesco que a la gente le parece serpiente". Algunos dicen que tienen dos cuernecitos en la frente y otros dos mayores en la parte posterior de la cabeza (cf. los cuernos en las cabezas de serpiente emplumada de Chichén Itzá y los dragones celestes con astas de ciervo, fig. 5c). El Chicchán hembra, al que suelen llamar Chicchán de las Aguas Grandes, es una sirena, con la parte superior del cuerpo de mujer y la inferior de pez.

La gran ceremonia de la lluvia del día ocho termina el Día de la Santa Cruz, el 3 de mayo, asociado con la llegada de las lluvias en gran parte del ámbito maya. Comienza de un modo que recuerda el comienzo del ch'achac; envían cuatro muchachos o muchachas en secreto a una fuente sagrada a traer agua que se utilizará en la preparación de varios platillos de maíz, consumidos después de la ceremonia. El rezador –que debe observar la continencia una semana antes y una semana después de las ceremonias–, entierra primero harina de maíz y cacao en cada esquina de la choza ceremonial de la población. Después, el grupo lo sigue a la fuente sacra más cercana o al pie de la colina sacra más cercana, donde moran los Chiccháns de tierra durante la estación seca. En un agujero de unos 60 cm de hondo echan una jarra de sangre junto con los cuerpos de dos guajolotes y dos aves domésticas desangradas. Estas ofrendas son para las deidades terrestres. Añaden unos doscientos trozos de copal en ofrenda a las deidades de la lluvia (en todo el ámbito maya, las negras nubes de copal atraen las negras nubes de lluvia). La ceremonia, terminada con un festín que dura toda la noche, con danzas y bebida, está destinada a inducir a los Chiccháns a que lleguen y produzcan lluvia.

Es claro que los Chiccháns y los Ah Patnar Uinicob juntos equivalen a los Chacs. Las diferencias principales son que los Chacs han perdido actualmente sus características de ofidios y no moran en los ríos, las fuentes ni los montes. Las representaciones de Chacs en el arte precolombino, particularmente en los códices, hacen ver claramente su origen serpentino; como los Chiccháns, tienen a veces una cabeza humana (o parcialmente humana) con un cuerpo de serpiente (lám. 10), y podemos contentarnos con decir que la relación con los ofidios se ha perdido solamente en tiempos recientes en Yucatán. En cuanto a la ausencia de los Chacs de las fuentes y los ríos, en Yucatán no los hay. En otros rasgos, de modo principal el tamaño gigantesco, las relaciones con los rumbos del mundo, el lanzamiento de hachas de piedra como rayos o centellas, la relación con las nubes y con las ranas también, los dioses de la lluvia chortis y yucatecos se asemejan bastante. Aparte de semejanzas tan notorias como las de los cuatro principales dioses celestes de la lluvia y los innumerables menores, al parecer moradores de la tierra, podemos advertir que los Ah Patnar Uinicob chortis también se conciben como ángeles (o sea anhel), por lo menos en español los llaman obreros angelicales.

Podemos decir finalmente que mientras los cuatro grandes Chacs van a caballo y algunos creen que sueltan los vientos de un saco especial, para los chortis los dioses del viento, Ah Yum Ikar, "Señor del Viento", llevan la lluvia por el mundo una vez extraída de las nubes del modo arriba descrito, pero van a caballo (ahora los consideran innumerables, o bien tres santos catílicos). Los chortis dividen, pues, en tres grupos de funciones divinas estrechamente relacionadas las que los yucatecos atribuyen únicamente a los Chacs.

Dioses de la lluvia de los lacandones

Las ideas de los lacandones relativas a las divinidades de la lluvia son muy distintas de las que llevamos mencionadas; en sus creencias no hay espacio para la cuadruplicidad y las correspondientes atribuciones a rumbos y colores del mundo, rasgos que tal vez se perdieran en el siglo o los dos siglos últimos. El máximo respeto es para Menzabac o Metzabac, 4que de los dos modos significa "Hacedor de Polvo Negro". En yucateco, zabac es un tinte negro procedente de un árbol del mismo nombre. Menzabac es quien proporciona ese polvo que espolvoreado sobre las nubes les hace soltar la lluvia que contienen. También lo llaman Yum Canán Zabac, "Señor Guardián del Polvo Negro". Era uno de los dioses de la creación, creador de los mexicanos, los guatemaltecos y los tzeltales. Vive en una caverna al borde de un lago del mismo nombre. Envía la fiebre y es guardián de las almas buenas, quizá indicio de la creencia en un paraíso semejante al Tlalocan mexicano (p. 364).

Cuando Hachacyum, el creador, decide enviar lluvia manda a Hahaná Ku, "Dios de la Casa de Muchas Lluvias" con Menzabac, a comprar el polvo negro. Menzabac siempre quiere hacer grandes tempestades de agua y por eso trata de venderle una gran cantidad, pero Hahaná Ku, sabedor de que eso enojaría a Hachacyum, compra sólo una pequeña cantidad, lo suficiente para llenar una calabacita. Desde sus montañas lanza el polvo a las nubes. Después hace que el viento sople moviendo la pluma caudal de una guacamaya, para que el viento reparta el polvo por las nubes; si desea rayos, golpea el filo de su hacha (cf. las hachas de los Chacs) con la pluma. Personifica el rayo U Hahab Ku, "Dios Hacedor de Mucha Lluvia". Si Hachacyum quiere enviar granizo, manda a Hahaná Ku a comprarlo con Itzan Noh Ku, "Gran Dios de Itzam(?)", cuyo apelativo es Ac Net'bat, "Nuestro Raspador o Cortador de Granizo". Este dios cuida también de los enfermos.

Ah Pekú (Ah, "él"; pec, "trueno" ku, "dios"), que vive en lo alto de las montañas, trepa a las nubes antes de que llueva y hace el trueno que anuncia las lluvias. Pec es el ruido del trueno, el tamborileo y el tañido de la campana; de donde el Chac que en el códice de Dresde (p. 34c) está representado redoblando un tambor.

Lo anterior (salvo algunas traducciones de nombres) procede de Baer y Baer (1952:232, 252). Cline (1944) añade que Menzabac hace nubes quemando copal, el humo negro se vuelve nubes negras, y es el guardián de todas las aguas potables. Tozzer (1907:98) dice que Tan Hadz' Ku es el nombre del dios del rayo. El nombre es en realidad una forma verbal (es el dios "que está hiriendo o azotando con un látigo") y probablemente debería ser tan sólo Hadz' Ku. Se dice que acaba con las tormentas, y el fogonazo del rayo es su látigo. Esta definición debe ser moderna, ya que los lacandones no tienen caballos, carretas ni látigos. Hadz' significa también el herir del rayo, y tal es evidentemente su significado antiguo. Duby (1944) dice que Itzan Noh Ku vive en un lago y envía las fiebres; y Soustelle (1935: 338) especifica que ese lago es el Petha, mientras Bruce (1967) nos comunica que el dios es el señor de los lagos y los cocodrilos.

Se mencionan cinco divinidades de la lluvia. Como dejo dicho, nada hay que corresponda a la cuadruplicidad de los Chacs, con sus rumbos y colores, ni hay entre ellos igualdad ninguna, ni convenio de primus inter pares. Las divinidades del trueno y el rayo son personajes algo oscuros, y todas ellas reciben órdenes del dios creador, cosa que ningún Chac decente toleraría. La relación de los dioses de la lluvia lacandones con los cerros y montañas, las cavernas y las aguas se repite en toda Mesoamérica salvo en Yucatán, donde no hay montañas.

No hay en la mitología maya paralelo con la simplicidad casi infantil de estas creencias lacandonas en las relaciones y obligaciones de los dioses de la lluvia: los mensajeros que corren llevando órdenes de un dios a otro y esos cuadros encantadores del dios que compra zabac y granizo, que podemos suponer pagaría antiguamente con granos de cacao. Estos detalles parecen reflejar las tradiciones de un grupo muy primitivo y sustentan la opinión de que los lacandones actuales sólo son yucatecos de habla. Las divinidades de la lluvia raramente son de importancia primordial entre los lacandones, tal vez porque su territorio es excep-cionalmente lluvioso. Nos queda la impresión de que la actitud de los lacandones para con sus dioses de la lluvia es más de afecto que de respeto.

Dioses de la lluvía de los tzotziles

Las deidades de la lluvia de los tzotziles son Chauc o Anhel (ángel). Chauc, definido en el vocabulario Tzotzil-español de Delgaty como "trueno", "rayo" y "relámpago" es sin duda el mismo que Cauac y grafías variantes, nombres del día diecinueve de diversos calendarios mayas, y Chauoc día diecinueve del calendario chuh. Es el día de la lluvia en el almanaque intertribal mesoamericano. En el centro de México, la cabeza de Tláloc, el dios de la lluvia, sirve de glifo suyo; en los textos mayas forman el signo diversos símbolos de la lluvia o la tormenta.

Los tzotziles de Larrainzar (Holland, 1963:93) sostienen que el Chauc o Anhel vive en cuevas y manda en las lluvias y los vientos. Cuando truena o relampaguea es que está por el cielo un Anhel que ha salido de su caverna. Vierten agua de una gran jarra y cae en la tierra en forma de lluvia; el soplar del viento es la respiración del Anhel en su cueva. Otro Anhel envía el tiempo cálido o el frío. Cada fuente, por insignificante que sea, tiene su Anhel que regula su régimen. El Anhel también manda en los animales selváticos y de vez en cuando deja que uno caiga víctima de un cazador. Otro Anhel posee grandes cantidades de maíz y otros productos.

Los tzotziles van a las cavernas a orar por el venturoso término de todas sus aflicciones de la sementera y la cosecha, sobre todo el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, asociado con la llegada de las lluvias en la mayor parte del ámbito maya. Después la gente va en procesión con incienso y ramas de pino para hacer altares delante de las cruces de las profundas cavernas. Se lanzan fuegos artificiales y se toma aguardiente. Si San Antonio (!) está satisfecho con las ofrendas, las lluvias serán abundantes y la cosecha buena.

La creencia de los tzotziles de San Pedro Chenalho (Guiteras, 1961) es paralelo y complemento de lo que antecede. Chauc, alias Anhel, es el dios de la lluvia y el agua, dueño del rayo, señor de las montañas, protector de las milpas, sobre todo las plantadas en las laderas de su dominio montañes, dador del maíz e íntimamente relacionado con nuestro sustento (cf. Ah Tzenulob, "Proveedores de Alimento", uno de los títulos de los Chacs). Él es el rayo; vive en el interior de la montaña, y la entrada a su hogar es una cueva guardada por una rana. Puede deducirse que el asiento del Anhel es una serpiente por el hecho de que para evitar el nombre de la serpiente se dice "el asiento de Anhel". El redoble del tambor de Anhel produce el rayo (cf. Ah Peku, el dios del trueno lacandón); la hija de Chauc es X'ob, la madre del maíz. No sólo es benigno este dios, porque también hiere con su rayo a quienes obran mal. Es inferior al dios de la tierra, y menos poderoso que él. Comparten las oraciones y las ofrendas en las cimas, las cuevas y los manantiales o bebederos en ritos agrícolas celebrados tres veces al año.

Aunque el informante de la señorita Guiteras describe al Chauc como una sola persona, deja la impresión neta de que hay muchos Anheles, cada uno en su montaña o su fuente, como es el caso de los Chiccháns de tierra entre los chortis. En una nota de pie de página (p. 287) añade Guiteras la información extremadamente interesante de que entre los tzotziles de San Bartolomé de los Llanos se alude al trueno en relación con los cuatro rumbos y colores del mundo (este, rojo; norte, blanco; oeste, negro, y sur, amarillo), 5 única prueba que yo conozco de cuádruple atribución de las divinidades de la lluvia a los rumbos y colores del mundo por los tzotziles, aunque supongo que todos los mayas de Chiapas compartían otrora esta idea.

Es escaso el material acerca de los dioses de la lluvia tzeltales, pero podemos inferir de una disposición anterior de Chauc asociado con los rumbos y colores (incluyendo el verde para el centro) y relacionado asimismo con el trueno y el rayo por una entrada del vocabulario bachajón-tzeltal de Slocum y Gerdel, que dice: "chahwuc (el) rayo (trueno) ... saquil chahwuc, tsajal chahwuc, yaxal chahwuc rayo blanco, rayo colorado, rayo azul (naguales)."

En los altos de Guatemala, la de enviar la lluvia es en gran parte función de los dioses de las montañas o de la tierra. En algunos casos quizá éstos han pasado a tener las obligaciones de los dioses de la lluvia, quienes, como los de los chortís y tzotziles o los Tlalocs, residen sobre montañas, fuentes o lagos, o en su interior.

Es mi opinión que el culto de la lluvia con rasgos de colores y rumbos y con deidades cuadripartitas procedentes de las serpientes o fundidas con ellas apareció con todo lo esencial en el período Formativo y es probable que sea creación de los olmecas. Aun dejando margen para el innato espíritu conservador de la religión oficial, es notable el que el culto se haya conservado uniforme en un territorio tan vasto.

Antes de dejar estos cielos cubiertos es necesario decir algo acerca de las manifestaciones, bastante abundantes, de los Tlalocs en el ámbito maya. Cabezas de Tláloc típicas y fácilmente identificadas aparecen en monumentos y cerámica del período Clásico en varios centros ceremoniales de la región central, sobre todo en Tikal y Copán. Son atribuibles, en parte, a influencias de Teotihuacan, donde el culto de Tláloc tenía una importancia suprema, pero otras figuras de Tláloc aparecen en monumentos de la región central erigidos después de la declinación de Teotihuacan. Otros relieves de Tláloc hay además en sitios Puuc, principalmente Uxmal y Sayil, atribuibles a un momento ya muy cercano al final del período Clásico. El reciente descubrimiento de los notables santuarios subterráneos de Tláloc en la cueva de Balankanché, en las inmediaciones de Chichén Itzá, sacó a la luz un antiguo centro cultual sepultado hace un milenio (Andrews, 1961; 1965:313). La fecha por carbono 14 de material recuperado procedente del 870 de nuestra era, con una diferencia de más o menos cien años, situaría estas ofrendas a pocos años de la conquista de Chichén Itzá por invasores putunes con fuerte influencia de México, fechada con razonable confianza en el 918 (p. 66).

Creo que se podrían explicar estos cultos esporádicos de Tláloc como aberraciones de la jerarquía, impuestas por gobernantes extraños invasores o aceptadas por estar de moda los cultos extranjeros; me sorprendería enormemente saber que el culto de Tláloc tuvo jamás el menor asiento en los ritos de la milpa de los campesinos mayas, aunque en lo esencial, Chac y Tláloc son tan parecidos como dos serpientes acuáticas de un mismo estanque.

Dioses del viento

En algunas partes, se cree que mandan en los vientos los dioses de la lluvia. Así, por ejemplo en el folclore maya de Mopán, el malicioso sirviente de los Chacs abre su bolsa de los vientos y los deja escapar (Thompson, 1930:149). Un pasaje de Redfield y Villa (1934:164) ilustra perfectamente esta relación entre agua y viento: –"Hay efectivamente la idea de que es el agua la que causa el viento; de que el viento sólo brota del agua. En prueba de ello se señala que las hojas de las plantas que crecen a orillas del cenote se mueven cuando todo lo demás está tranquilo." Incluso el aire fresco que sale de una caverna seca se explica diciendo que procede de aguas ocultas detrás de sus paredes.

Según la creencia chorti contemporánea, el viento parece salir de los dioses de la lluvia y tomar algunas de sus funciones y atributos. Su principal obligación es recorrer los cielos a caballo distribuyendo la lluvia sacada a golpes de las nubes (Wisdom, 1940:397), tarea que en Yucatán corresponde a los Chacs jinetes, pero los lacandones piden al viento que distribuya el polvo sobre las nubes para hacer llover. Los vientos de los chortis se llaman Ah Yum Ikar, "Señores del Viento" o "Señores Vientos".

Dice un trozo del "Chilam Balam de Chumayel" (Roys 1933:110): –"Los [cuatro] ángeles de los vientos [cangeles ik] que fueron erigidos mientras él creaba la estrella, cuando el mundo todavía no estaba iluminado, cuando no había cielo ni tierra: el Pauahtún Rojo, el Pauahtún Blanco, el Pauahtún Negro, el Pauahtún Amarillo." Se acepta ahora que los Pauahtúns son los Chacs (p. 311), pero pudieron haber sido vientos, servidores de los Chacs que posteriormente se fundieron con ellos.

Los lacandones creen que los dioses de los vientos están ubicados en los cuatro puntos cardinales. Con el nombre de Chaob (¿ch´aob, "los que se llevan"?) y en conjunción con un temblor de tierra ellos llevarán a cabo la destrucción del mundo cuando muera el último lacandón y –encantador detalle– soplarán tan fuerte que los monos se caerán de los árboles. Su jefe, el dios del este, se llama Hunaunic (Arnram, 1944; Cline, 1944). Bruce (1967:98) dice que los Hanauinicob, que él traduce por "Sirvientes (u 'hombres') de la Casa de Agua", corresponden a los Chacs, o sea que son dioses de la lluvia. Como ya dijimos, algunos lacandones pronuncian la a como la u inglesa de fur. Según eso, los Hunaunic de Amram podrían sin duda ser identificados con el Hanauinic de Bruce (-ob es la terminación del plural).

Escribe Bruce que hay seis de esos seres, asignados a los cuatro puntos cardinales, más el nordeste y el sudeste. Todos llevan sencillamente el nombre de esas direcciones, salvo el del este, que se llama Bulhacil u Talkín, "Inundación del Este". Nótese que Amram da el oriental por jefe. Bul ik, según el diccionario de Motul, es –"tempestad de vientos con terremotos" y se califica por los colores rojo y blanco (sólo la entrada por blanco añade la intervención de los terremotos). Es probable que fueran cuatro, cada uno con su color y su rumbo y, dado que en Yucatán no hay terremotos importantes, puede suponerse que desempeñaban un papel en la destrucción del mundo, pasada o por venir.

A pesar del informante de Bruce (la cultura lacandona ha venido a menos vertiginosamente en la última década),tenemos que aceptarlos como dioses de los vientos, y no como vientos sólo, porque Baer y Baer (1952:252) dice que Chikín Kuh, "Dios de Occidente", vive en el oeste y envía vientos occidentales. Es de suponer que no hacían nada en particular, y que cumplían muy bien su cometido, pero cada viento tiene su día, y el de ellos será en la última jugada, cuando tumben a los monos de sus árboles. El informante de Bruce tenía razón en aquello de que también aquí los vientos están íntimamente relacionados con los dioses de la lluvia, aunque les son inferiores, como lo indica el título lacandón de Servidores de la Casa de Lluvia. Ah Mac Ik, "El que Cubre los Vientos" es aquel a quien se recurre cuando vientos borrascosos dañan las milpas (Tozzer, 1907: 157).

Los mayas ixiles de las tierras altas (Lincoln, 1946:202) se dirigen en sus oraciones al viento rojo, el blanco y el amarillo.

En una plegaria de una ceremonia de ch'achac, en el norte de Honduras Británica, registrada por Gann (1918: 47) uno de los recipientes de las ofrendas mencionados era Cichpán Colel XHelik, "Bella Dama Vientos Sucesivos". Un viento hembra es un caso harto raro. Hel se refiere a la entrega de autoridad de uno a otro dando a entender que XHel Ik es la única superviviente del grupo de Can Hel Ik (p. 312 n.).

En Yucatán, Quintana Roo y Belice se hacen a los vientos (Ikob) plegarias y ofrendas en los incendios de las milpas para que soplen las llamas. Pueden dirigirse a los vientos direccionales, pero el más importante es Mozón Ik, "Torbellino" o Kakal Mozón Ik, "Torbellino de los Fuegos", porque rápidamente dispersa las llamas. Da la impresión de que se dirigen a los vientos primordialmente como a personificaciones de la naturaleza y no como a dios por derecho propio. Recuérdese que sus amos aparentes, los Chacs, no han salido de su morada cuando se queman las milpas.

En los altos de Guatemala hay una similar ausencia de importancia de los vientos; los tzotziles del estado de Chenalho declaran que no hay dios del viento (Guiteras 1961:260).

El concepto de vientos malos que llevan enfermedades de todo género es hoy de enorme importancia en toda Mesoamérica, pero parece principal o totalmente de origen europeo. Se injertó en una creencia menor precolombina en que había vientos que podían causar daños, como algunas lluvias. Con la raíz indígena, la planta se ha desarrollado enormemente y su amargo fruto ha rendido abundantes males supersticiosos.

Dioses de la Tierra y el Trueno: los tzultach

La idea de dioses de la superficie terrestre está más desarrollada en las tierras altas que en las bajas entre los mayas. Combinando rasgos de los dioses terrestres y los de la lluvia, los Tzultacah llevan el proceso de identificación de dioses de la lluvia con rasgos naturales como son las montañas, las fuentes y los ríos más allá que los de los chortis, los mayas de Chiapas o para el caso, los adoradores de Tláloc. Siendo el territorio kekchí de fuertes lluvias, los poderes de dadores de lluvia han perdido terreno en favor de la potencia en otras esferas. Los Tzultacah y los Chacs están en los extremos y los Chiccháns chortis y los Chaucs tzotziles en el centro; por eso parece prudente salir de momento de las tierras bajas para examinar este culto en la Alta Verapaz, teniendo presente que tal vez proceda en parte de los choles, a muchos de los cuales absorbieron los kekchís. El material es tomado en gran parte de Sapper (1897:271-83), Burkitt (1902, 1918), y de la correspondencia de Paul Wirsing con Elsie McDougall.

Tzultacah significa "Montaña Llanura" o "Montaña Valle" y es una designación poética de la superficie terrestre. Los tzultacah son innumerables, pero en las plegarias se emplea a veces el término "Trece Tzultacah" para abarcar a todos como una sola entidad. El Tzultacah puede vivir en y personificar a una fuente o un río, pero sobre todo cada uno es señor de una determinada montaña, con la que se identifica y donde vive. Una cueva dentro de una montaña es la morada de ese Tzultacah ; en otro caso se cree que su vivienda es subterránea debajo de la montaña. Hay Tzultacahs machos y Tzultacahs hembras; se casan entre ellos y puede incluso darse el caso de que una dama Tzultacah se fugue con algún enamorado montaña.

En una oración registrada por Sapper en que los kekchís de las inmediaciones de Cobán piden a los Tzultacahs que protejan el maíz que se va a sembrar, se nombra a seis. Dos de ellos, Cancuén y Chahmayic, son ríos; Itzam es hembra; y Peono es una montaña con una famosa caverna, escenario de grandes concentraciones para orar a su señor y de un peregrinaje que no se emprende nada a la ligera, ya que entraña un período preliminar de continencia de cuarenta días. El Tzultacah de Pecmo tiene particular potestad de proteger de las fiebres y las mordeduras de serpiente. Itzam está casada con Siete Orejas, lejana montaña, situada en la vertiente del Pacífico del país. Dice la tradición que acostumbraba a comerse a la gente, hasta que la disuadió de esa mala costumbre su remoto marido. Esto podría proceder del recuerdo popular de los sacrificios humanos que se hacían a tan formidable señora.

Aunque hasta donde podemos colegir no se hacen ceremonias de la lluvia en honor de los Tzultacahs, hay estrechos paralelos entre ellos y los dioses de la lluvia de los mayas de tierras bajas. Los Tzultacah son señores del agua, nos comunica Sapper, sin añadir detalles; las inundaciones son signos exteriores de las fiestas que celebran ellos en el interior de la tierra, y el trueno y el rayo son propiedad suya. Por cierto que algunos Tzultacahs son llamados truenos, y el retumbar del trueno es un Tzultacah hablando con otro. Lanzan hachas de piedra y con frecuencia matan hombres con ellas en castigo de algún desaguisado; un trueno es el ruido que hace un Tzultacah al herir un árbol con su hacha lítica. Además –y creo que esto tiene su valor–, al igual que todas las deidades de la lluvia dueñas del trueno y el rayo por todo el ámbito maya, también los llaman anhel.

Las serpientes son los servidores de los Tzultacahs, quienes las mandan a castigar al hombre por alguna cosa mal hecha; una ligera mordedura (no venenosa) por un delito menor de cuantía, y una mordedura de serpiente de cascabel cuando la cosa es más grave. En algunas partes, los indios no matan serpientes por temor de enojar a sus dueños, los Tzultacahs, cuyas cavernas y viviendas subterráneas están provistas de hamacas, donde descansan los dioses; los cordajes de éstas son serpientes de cascabel.

Actualmente, casi no hay pruebas de que los Tzultacahs sean de cuatro rumbos como los Chacs, los Chiccháns y los Tlalocs, pero podemos tomar nota de que cuatro Tzultacahs lanzaron sus rayos contra la peña (para los kekchís, Saclech, al norte de Chama, en el camino hacia Salinas de los Nueve Cerros) debajo de la cual estaba oculto el maíz (p. 419). Los Tzultacahs son a menudo locales, unos cuantos picos o eminencias en las cercanías de cada población, aunque algunos de ellos son conocidos y adorados, o por lo menos respetados, en regiones muy extensas.

Los detalles mencionados señalan las semejanzas de los Tzultacahs con las divinidades regulares de la lluvia, pero no deben dejar en sombra las demás actividades de los Tzultacahs no compartidas con Chacs y Chiccháns y que son en gran parte propias de divinidades de la tierra; y no olvidemos que Tzultacah se refiere a la superficie de la tierra: "Montaña Llanura".

Los Tzultacahs protegen al individuo de cualquier daño, sobre todo cuando está de paso por su territorio; nutren y guardan sus cultivos, vigilan su ganado, son propietarios de la caza y la salvajina como señores de la selva, y se les reza para tener una buena caza. En grado desconocido tienen poder sobre las fiebres y enfermedades, poseen la virtud de proteger a la gente de esos males y de castigar a los malvados con ellos.

No hay idea de que el Tzultacah haya residido nunca en el cielo ni echado agua desde las alturas a la tierra.

La designación Montaña Valle o Llano (tacah significa lo mismo "llano" que "valle") para las deidades terrestres se halla en distintas formas entre los diversos grupos mayas de tierras altas, y las montañas son los recipientes de ofrendas y oraciones en toda esa región. En lo que toca a la tradición de que el Itzam otrora comía seres humanos, Wagley (1949:55) comunica que los mames de Santiago Chimaltenango conceden particular atención a tres picos, y sólo a ellos ofrecen sangre de guajolote. Se dice que antiguamente, los guardianes de esos tres picos bebían sangre humana. Habel (1878:13) relata que el sacerdote católico de San Juan Sacatepéquez, muy versado en costumbres indias, le había dicho que la costumbre de sacrificar una persona a la deidad de la montaña todavía prevalecía (hace de eso casi un siglo). El sacrificio se celebraba en la estación de las secas, y por esa razón nadie se atrevía a salir solo entre enero y marzo.

Esos informes probablemente reflejan la memoria popular de lo que sucedía en "los buenos tiempos pasados".

La Farge (carta de 1929) comunica que Uitzailic, "Montaña Valle" es una divinidad Chuh, individual o colectiva. El equivalente quiche es Juyutikah, con el mismo significado pero al parecer diferentes funciones (Bunzel, 1952:264). Los Itacai son dioses chortis de la montaña (p. 389). (Véanse también los dioses ancestrales y de linaje.)

La plegaria de caza dirigida al Tzultacah por los viajeros kekchís y obtenida por Sapper (1893:289-90; traducción inglesa en Thompson, 1954) es de conmovedora belleza. He aquí unas cuantas frases de ella:

–"[La ofrenda] que te he traído no es gran cosa en verdad y de poco servirá para tu comida, para tu bebida. Sea así o no, lo que digo y lo que pienso, oh Dios, es que tú eres mi madre, tú eres mi padre. Ahora dormiré este sueño bajo tus pies, bajo tus manos, tú señor de las montañas y los valles, tú señor de los árboles, tú señor de los bejucos. Mañana será nuevamente de día, mañana otra vez habrá luz del sol. Yo no sé dónde estaré entonces. ¿Quién es mi madre? ¿Quién es mi padre? Sólo tú, oh Dios, tú me ves, tú me protejes en cada sendero, en cada momento de tinieblas, de todo obstáculo que podrías ocultar, que podrías quitar, tú, oh Dios, tú mi señor, tú señor de las montañas y los valles."

Mis pensamientos van a aquel tierno pasaje del Éxodo al que pusiera exquisita música Handel:

– "Tú los traerás y los plantarás en la montaña de tu heredad, en el lugar, oh Señor, que has hecho para Tu morada, en el santuario, oh Señor, que tus manos han erigido."

En ambas plegarias hay la misma antífona, con una frase que reitera el tema precedente y, naturalmente, las montañas son el santuario que esos dioses de la selva –y sus bejucos y árboles– han erigido.



Continuación y final

NOTAS
1 1. Carta de Paul Wirsing a la señora Elsie McDougall; Schulze-Jena, 1946:29; Wisdom, 1940:360, 400; Guiteras, 1961:125, 292; Holland, 1936:158.
2

El obispo Landa, en un trozo algo confuso, dice que en los años Kan ponen una estatua de Bolín Dz'acab (p. 279) en un poste y sobre sus hombros un ángel, símbolo de agua. "Y este año había de ser bueno y estos ángeles pintaban y hacían espantables; y así la llevaban con mucho regocijo y bailes a la casa del principal donde estaba la otra estatua de Bolín Dz'acab." En el año correspondiente del códice de Dresde presidido por Bolín Dz'acab, un Bacab lleva a cuestas a un Chac. Por eso parece haber razones para identificar al Chac, que no era ninguna belleza, con ese ángel. Beltrán de Santa Rosa, por otra parte, dice que cankel significa "dragón", lo que recuerda los monstruos celestes o terrestres en forma de dragón pero también está relacionado con las buenas cosechas. Entre los chortis veremos anhel en calidad de nombre de los dioses de la lluvia, y entre los lejanos mayas de Chiapas para los dioses de la lluvia y de la tierra. Por eso es difícil hacer derivar el nombre del español ángel. Aparte del hecho de que ninguna deidad maya (salvo los dioses abejas) tenían alas, Landa difícilmente hubiera aplicado el nombre cristiano de ángeles a aquellas espantosas manifestaciones de paganismo.

Para aumentar la confusión, los cuatro Pauauhtuncs son denominados Cangeles Ik,"Canhels del Viento", en un relato de la creación de "Chilam Balarn de Chumayel" (Roys, 1933:110). Nótese que cangeles lleva la terminación del plural español –en maya canhelob. Can Hel significa, "Los cuatro que se suceden en el empleo", y el glifo hel se halla en pasajes que tratan de la sucesión de los dioses de los cuatro rumbos. Creo que el parecido de canhel con arcángel, el español que suena igual salvo el ar (parecido al prefijo masculino maya ah), explica mejor la identificaciín de los arcángeles Miguel y Gabriel con los Chacs (p. 311).

La única conclusión que puedo ver es que Can Hel o Ah Hel ( ?) fueran designaciones de grupos de dioses direccionales que se sucedían unos a otros en el empleo en tiempos fijos, ya se tratara de Chacs, dioses de los vientos o monstruos celestiales. En cuanto a la confusión entre las divinidades del viento y de la lluvia, los dioses del viento eran de escasa importancia entre los mayas de tierras bajas, y los dioses del viento que llevan tempestades lluviosas están estrechamente relacionados con los Chacs, según parece como sus ejecutores.
En el "Chilam Balam de Tizimín" (pp. 1, 10, 11) y en el de Chumayel (p. 92) se hallan otros nombres para los Chacs y las lluvias. Los incluyo en esta nota para no amontonar aún más nombres en la historia de los Chacs. Son éstos: Chacs del Cielo Buitres, Chacs del Cielo Conejos, Chacs del Ciello Picamaderos, Chacs Venados, Chacs Crestados. Chacs de Poco Provecho, Lluvias Jaguares y pek (representados en los códices por pinturas con el glifo del homónimo pek, "perro"). Algunas de estas lluvias por lo general dañinas están representadas en los códices; hay un buitre echando lluvia, y el perro, por el tiempo de pek, tiene antorchas encendidas, símbolo de la sequía, en sus patas. Véase también Ah Chun Caan y Yaxal Chac (pp. 388, 393).

3 Tienen también relación con los rumbos y colores del mundo, con las serpientes (mucho), llevan hachas y palos de rayo en zigzag, invierten jarras para enviar la lluvia, lanzan truenos y rayos, comprenden cuatro (o cinco) divinidades principales y muchas menores y prefieren para víctimas los niños.
4 Algunos lacandones, sobre todo los que han estudiado Baer y Baer, han cambiado el sonido a en u (como en el inglés fur), cambio que también se da entre los chol palencanos y los mayas mopanes. Tienen asimismo tendencia a cambiar la l por r como en chorti Para estandarizar estas pronunciaciones yo restauro la l, suprimo la r final que a veces se desliza y escribo el sonido u como a De acuerdo con la usanza yucateca, la s la escribo z.
5 Declara Díaz de Salas (1963:257) que los tzotziles de San Bartolomé atribuyen el azul al ángulo oriental y el rojo al ángulo occidental, y no reconocen las otras dos direcciones. Chenalho tiene la distribución clásica (este, rojo; etc.) igual que la comunicada por Guiteras para San Bartolomé; La-rrainzar (Holland, 1963:92) tiene blanco para el ángulo nordeste y el noroeste; negro para el sudoeste; rojo para el sudeste. Aparte de la atribución del blanco a dos rumbos, con la consiguiente supresión del amarillo, el rojo del sureste no concuerda con la norma clásica. En una comunicación subsiguiente (Holland, 1964), los colores se atribuyen no a los ángulos sino a los puntos cardinales, con verde además para el centro. Es evidente que el sistema está en el último grado de decadencia.
   
 
 
ARTICULOS