Tablero, Palenque

SIMBOLICA DE LA TRADICION PRECOLOMBINA
AGNESE SARTORI
2a. Parte
Entre los símbolos comunes a diferentes tradiciones, encontramos el Arbol de la Vida, representación del eje, del centro. En la cultura maya es la Ceiba, árbol sagrado.

La Ceiba está relacionada con la imagen arquetípica del Arbol como Axis Mundi: simbólicamente toma el lugar de la figura de un dios puesto en el centro de un altar, como si fuera en el ombligo o "Centro del Mundo". En el Génesis la idea del "centro" se expresa por el lugar donde se encontraba el Arbol Sagrado a cuyo pie manaba una fuente, que se transformaba en cuatro ríos, los cuales cruzaban el Paraíso de acuerdo a la orientación cardinal.

Ese Arbol Sagrado arquetípico es el primer símbolo ligado al origen del culto a la vegetación, inseparable de la concepción de la vida biocósmica. El símbolo del árbol cósmico, acompañado de animales y figuras de dioses, está siempre relacionado con creencias de descendencias míticas de un símbolo cosmológico vegetal.

En el Códice Borbónico se encuentra una representación del dios agrario que sale del Arbol Cósmico. Tiene un papel muy importante también como símbolo mítico de Arbol de Conocimiento, fuente de sabiduría. En el Popol Vuh, cuando Ixquic tiene un "contacto" con el Arbol, se eleva a un nuevo estado de conocimiento superior. Existe una representación muy similar en la cultura hindú, donde se representa el cosmos bajo la forma de un árbol gigante: sus raíces se ramifican abajo, y están ligadas a los actos humanos; sus hojas y sus flores son el bien y el mal, el placer y el sufrimiento (la Ceiba, en la copa, tiene las ramas bifurcadas, representando de igual forma el dualismo inherente a los seres cósmicos).

En esta simbología hindú, el Arbol juega también el papel de pasaje entre una condición de ignorancia y una condición de conocimiento iniciático.

En varias representaciones, en la parte baja, la Ceiba tiene el vientre hinchado, como de mujer embarazada; a veces en su tronco sube un germen que de igual manera representa la vida; el árbol está plantado en un recipiente, que representa la Esencia Divina. Entonces el árbol y su recipiente representan para los indígenas el acoplamiento de cielo y tierra, sintetizando a la divinidad cósmica y su principio fecundador en la tierra.

En un sentido más amplio, el árbol representa el mismo Cosmos. El árbol en su múltiple simbología, repite lo que para la experiencia arcaica es la visión del cosmos entero. El árbol puede así convertirse también en un símbolo del universo; y en virtud de la esencia cósmica que manifiesta, se hace sagrado.

En formas estilizadas el árbol cósmico puede ser representado también como símbolo axial "T", o como la letra griega psi. Este último árbol de dos ramas es la representación en su forma estilizada de un hombre con los brazos vueltos al cielo, invocando una "comunicación superior", en fin, el hombre, que reúne mente y alma en un pensamiento ya evolucionado. Hombres prehistóricos representaron repetidamente esta imagen, como por ejemplo, en un dibujo, en la cima de un cerro, que se encuentra en el camino de Oaxaca a Mitla. El mismo dibujo se encuentra representado en varias partes de América y del mundo. El indio maya se identifica con su hermano Arbol Sagrado, y le llama Yaxche, que equivale a decir "primero el árbol": este Yaxche es la Ceiba.1

De los símbolos gráficos el que tiene forma de "T" en la escritura jeroglífica maya es el símbolo del aire -Ik- aliento. Su forma está también relacionada con la cruz ansatha o ank de Egipto, donadora de energía vital: aire, respiración, vida, origen sagrado de la vida.

Esta T sagrada está representada en varias partes del Palacio de Palenque, Chiapas, en "ventanillas" que hacen circular el aire o Aliento Divino: el soplo espiritual, que permite el nacimiento interior, la verdadera vida.


Códice Borbónico

Huevo cósmico
Entre otros símbolos fundamentales de la tradición precolombina, encontramos el círculo con el punto en el centro. Está representado, grabado y pintado, en muchísimas figuraciones de dioses, en códices, glifos, etc.; lo llaman "grandes aretes", o a veces "símbolo del jade", sustituyendo en este caso el material (aún sagrado) de la representación, por el significado intrínseco del símbolo mismo.

En el taoísmo, metafísica de la cultura china, el punto en el centro significa "el germen" o "pensamiento divino", el Padre de todas las cosas: el germen cae en el "valle del mundo" que es el caos, el espacio "vacío", y da origen a la vida; este germen es "la suprema verdad", y en esta verdad está el "nombre de todas las cosas". Entonces, referido a la experiencia humana interior, el punto y su irradiación conformando el círculo indica el Verbo Divino como Principio, La Palabra.

Entonces, el "Centro" es el lugar de unión de lo individual con lo universal: en las Upanishad se dice que el Principio está en el centro del Ser, y que es más pequeño que un  granito de arroz, pero al mismo tiempo más grande que la tierra y el cosmos.

El "Huevo Cósmico" (también representado en la cultura egipcia) o "Huevo del Mundo", en la doctrina esotérica, representa la expansión cósmica que empieza de su Centro, o Inicio del Universo; por eso está también relacionado con el sol, identificado con las energías ascendentes, fuente de energía y "corazón del mundo".

"El centro no es pues de ninguna forma concebible en la simbólica como una posición simplemente estática. Es el hogar de donde parte el movimiento de lo uno hacia lo múltiple, de lo interior hacia lo exterior, de lo no manifestado a lo manifestado, de lo eterno a lo temporal, procesos estos de emanación y de divergencia donde se reúnen como en su principio todos los procesos de retorno y de convergencia en su búsqueda de la unidad".2

En la cultura hindú se representa el Brahma indiferenciado, con el sagrado monosílabo OM, entendido como elemento de germinación de todos los seres del mundo. Principio de la Manifestación.

Al Centro, como "principio" o "nacimiento", se refieren numerosas figuras; este círculo está hecho alrededor de un centro, en correspondencia con los así llamados "puntos de desarrollo de la conciencia", los chakras en la cultura hindú, situados en varias partes del cuerpo, como por ejemplo en la frente, entre los ojos (evidenciado en esculturas mayas).

En México antiguo se conocían estos centros de conciencia cósmica y las técnicas para despertarlos (posiciones del cuerpo, meditación, respiración, vocalizaciones sagradas) y la representación de estas partes del cuerpo humano con el mismo símbolo de "centro creador del universo" es lo que nos habla otra vez de una identificación del hombre prehispánico con los fenómenos cósmicos, y con conocimientos muy avanzados de la Ciencia Sagrada y esotérica.3

En el sentido de "germen de vida" se puede ligar, en muchos códices prehispánicos -cuando se relaciona con símbolos alusivos al cosmos, a la tierra, etc.- al concepto de "raza" o "estirpe".

Muy similar es el concepto que este diagrama simbólico tiene en la cultura tibetana, donde ese centro significa la manifestación de la vida; es decir, el punto central es como una Gruta Germinal.

El concepto de un universo cuatripartito se halla en todas las tradiciones más importantes. Así es expresado en el Popol Vuh:


"Fue llevada una cuerda para medir, y fue extendida en el cielo y sobre la tierra, a los cuatro ángulos y a las cuatro esquinas, como había dicho el Creador y Formador, madre y padre de la vida, de todo lo que ha sido creado".

Un jeroglífico náhuatl que se encuentra en varias representaciones es un cuadrado que lleva en las esquinas cuatro signos en muchas variantes. La interpretación más evidente es la tierra y los cuatro puntos cardinales; este mismo concepto de medición y orientación de la tierra está presente en muchas otras culturas del mundo antiguo, llegando a ser un concepto básico en todas las tradiciones, asociado a los puntos cardinales, a las posiciones del sol, etc. Esto sugiere también una alusión a la creación del mundo manifestado, el cuaternario.

El esquema urbanístico de la antigua ciudad de Roma era cuatripartito; sus cuatro puertas estaban relacionadas con la antigua función sagrada de una ubicación direccional.

En la cultura china antigua la tierra se figuraba en forma cuadrada y el espacio estaba delimitado por las cuatro direcciones. La tradición simbólica geométrica del cuadrado, relacionado al concepto "tierra", se encuentra también en las antiguas creencias de la India, donde se decía que "la tierra medida en sus cuatro horizontes es cuadrada, dividida en sus cuatro regiones, ocupada por cuatro castas. cuatro caras de la divinidad". Además, los mandalas tántricos, imágenes del cosmos, son cuadrados con cuatro puntos cardinales, siendo el cuadrado figura base de la representación del "espacio limitado", a diferencia del círculo y de la espiral, representativos del concepto espacio-tiempo ilimitado.

Existe por otra parte un elemento central unificador, cuando el cuadrado, además de las esquinas marcadas, lleva un centro. Esta disposición en cinco utilizada también en el juego ritual del Palo Volador mesoamericano, nos habla de una Ley del Centro, que en la simbólica teotihuacana expresa el concepto de los cuatro elementos primordiales diferenciados, unificados por un centro, concepto que, afirma L. Sejourné, constituye el núcleo mismo del pensamiento náhuatl, y que determinó sus más importantes expresiones. Este centro está relacionado además, con la cifra de Venus y de Quetzalcóatl, y con el Quinto Sol. En el mismo esquema se inscriben también las posiciones de los equinoccios y de los solsticios, irradiadas de un punto central. Si consideramos la figura del cuadrado en cuyo interior se inscribe una cruz conformando sus diagonales, obtenemos una representación plana de la pirámide; entonces esta estructura arquitectónica constituye también una representación simbólica de alto nivel espiritual, coincidiendo con el concepto de unión, reencuentro de Tierra (cuadrado) y Cielo (punto central y axial). De la base cuadrada-material, empieza un proceso de purificación hacia arriba, hacia lo "sutil", lo espiritual, al quinto punto, la quintaesencia; además, siendo la pirámide una abstracción de la llama, se identifica entonces con el alcance de momentos de liberación suprema, es decir la mística concordancia entre alma individual y cósmica, la dimensión temporal limitada y la eternidad infinita.

La representación plana de la pirámide llama la atención sobre otro símbolo muy frecuente en la tradición sagrada mexicana: la cruz en equis o de San Andrés.

Este glifo está representado varias veces relacionado con la dimensión de lo "terrestre" y lo "manifiesto"; la cultura náhuatl lo relaciona al dios Hunab'Kú, dador del Movimiento y de la Medición. Por eso, este glifo aparece representado en muchas imágenes relacionadas a dioses, en estatuas, trajes ceremoniales, glifos, etc.; símbolo distintivo de lo inmortal, superior, absoluto y divino. Está referida a una condición de "pasaje", o cambio de estado, según la simbología referida a las puertas solsticiales. El entrecruzamiento de la barra representa también en el plano espiritual la inmortalidad del alma, la evolución, y genera el conocimiento supremo, y el dominio de las pasiones. En la simbología alquímica se nos recuerda la unión de Mercurio y Azufre para obtener el conocimiento o la liberación aquí, en este mundo, ya que en astrología (con la que la alquimia guarda correspondencias analógicas) ésta es la representación de la tierra.

"Cruza el Mercurio y el Azufre, para que nazca en tí el hombre solar".

El hombre solar es el guerrero espiritual, libre de condicionamientos, el héroe de la Guerra Florida de los aztecas.

En matemática este símbolo es asociado al concepto de la "incógnita", y por extensión a lo que no se conoce, al "Enigma", relacionado por la fuerza de las cosas al mundo invisible, espiritual.

Es el "Verbo", en su triple función de Poder Creador, Conservador y Renovador. En este sentido de Principio, o Verbo, coincide con las teorías que identifican al cuadrado con la cruz inscrita dentro, con un cifrario geométrico. Relacionado con el número cinco representa también el movimiento; en algunas representaciones gráficas, en este centro de los elementos que se cruzan aparece un ojo, el "Ojo de Dios", coincidente con el Punto Central-Formador-Creador, la superación de los contrarios, Elemento Unificador; y por eso además coincidente con el punto central de la pirámide, el "Punto que está arriba", relacionado al Plano Espiritual, origen del Movimiento y de la Medición.

"Lo sagrado y celeste permanece activo en la experiencia religiosa por el simbolismo de la 'altura', de la 'ascensión', del 'centro'." (M. Elíade). "Centro" y "alto" coinciden, entonces, en esta representación de Ollin, movimiento.

En la cultura náhuatl esta concepción de la dualidad está representada por el dios Ometeótl, primigenio e increado que preside el Omeyocan, lugar de la dualidad. Expresa la síntesis de los opuestos: tangible-intangible, visible-invisible, bien-mal, movimiento-estatismo, vida-muerte, materia-espíritu, etc.

En el Popol Vuh, se representa el encuentro de los Gemelos Hunahpú e Ixbalamqué con los representantes del mundo de la oscuridad, en Xibalbá. Este encuentro simboliza la lucha en la vida del hombre que vive permanentemente en la "dualidad" (alegría-dolor, salud-enfermedad, etc.).

Los gemelos pueden "morir y resucitar" porque simbólicamente han vencido la dualidad, alcanzando poderes sobrenaturales con los cuales ya dominan el mundo material (dual) gracias a su "transformación" (o "transmutación" espiritual según los principios de la Gran Obra Alquímica).

También la forma del campo del juego de pelota mesoamericano nos sugiere un enfrentarse en campos opuestos, un contraste de fuerzas, y el fin del ritual, la superación de la dualidad, la unión de los contrarios, la armonía humana y cósmica; en el juego de pelota existe un simbólico acto de transformación, pues Hunahpú e Ixbalamqué representan el Sol y la Luna, como subraya A. Weisz (El Juego Viviente, Siglo XXI, Mex.).

En algunas representaciones, donde existe la división de los dos campos de acción, está dibujada la pelota. Este pasaje de la pelota de una polaridad a la otra simboliza el eterno movimiento, el Ollin, relacionado con el pasaje simbólico de la dimensión diurna a la nocturna, asimilado al curso solar.

La oposición de luz y oscuridad expresada en símbolos cromáticos tiene otros elementos significantes en el Códice Vindobonensis (29), donde en el campo rojo se encuentra un dios con disfraz de Aguila, y en el campo negro otro vestido de Jaguar. En otra representación del mismo sentido encontramos el combate simbólico de Aguila y Jaguar (Códice Nuttall). En un sentido más amplio se pudiera afirmar que el rojo -el elemento masculino y solar-, está representado por el Aguila; y el negro, ligado al inframundo y a los elementos generativos femeninos, es representado por el Jaguar. El Aguila ocupa entonces la parte del campo relacionada con la dimensión diurna (rojo, vida, principio masculino, Yang, el águila como símbolo solar), mientras el Jaguar, está relacionado con la dimensión nocturna y femenina, (Yin, negro, muerte, mundo de las fuerzas germinativas o inframundo).

El Juego de Pelota representa en última instancia el eterno juego de los contrarios que genera el movimiento perenne, que pone en acción en el cosmos la vida de todo lo existente, en alternancia de vida y muerte.

Así los dioses mismos se sacrifican para que el sol se mueva:


"¿Cómo habremos de vivir?
¡No se mueve el sol!
¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol, 
Sacrifiquémonos, muramos todos!".4

El viaje al inframundo con el cual se enfrentan los gemelos en el Popol Vuh simboliza por lo tanto también la unión del inframundo -desconocido-, con el plano terrenal -conocido-; ese principio es manifestado en efecto por los colores simbólicos, rojo y negro, los que caracterizan las dos partes del campo del juego, las polaridades opuestas, diurna y nocturna.

En el descenso al inframundo por los gemelos se expresa la posibilidad de renacer, como los astros, y los héroes que los encarnan. Así puede ser para el hombre que persigue un camino de conocimiento, que puede renacer como los míticos héroes astrales. El simbolismo de los colores, en particular el rojo y el negro, aparece repetidamente en las manifestaciones de la tradición mexicana.5

Se ve cómo el conocimiento, la verdadera sabiduría, se pone en relación con el simbólico manejo de las dos energías en la acepción de dominio sobre las fuerzas materiales y el conocimiento del mundo espiritual.


"Los que tienen en su poder
la tinta negra y roja (la sabiduría)
y lo pintado (los códices)
ellos nos llevan, nos guían
nos dicen el camino".6
"El sabio, una luz, una tea
suya es la tinta negra y roja
de él son los códices...7

Los colores negro y rojo aparecen por doquier, tanto en arte y artesanía, como sobre indumentaria e instrumentos sagrados. Queremos aquí mencionar que, entre otros, los indígenas lacandones de México utilizan hoy estos colores en la preparación de objetos rituales, con distinción entre masculino y femenino: el color negro para ellos representa el principio femenino-nocturno-inframundano, el rojo representa el principio masculino-diurno-terrenal; así aparece también claramente la distinción: "...señora de nuestra carne, señor de nuestra carne, la que está vestida de negro, el que está vestido de rojo...".8

Entre otros símbolos universales, que repetidamente aparecen representados en la cultura precolombina, queremos destacar el caracol, por la multitud de significados que lleva en sí mismo.

El corte de un caracol visto por arriba y su estilización geométrica nos hablan de origen y desarrollo de las manifestaciones vitales a partir de un punto central hacia afuera: estas representaciones gráficas se encuentran en gran cantidad en los antiguos petroglifos, como en códices, frescos, y en bajo-relieves de muchos templos, en todo el mundo.

La estructura íntima de un caracol nos sugiere también la forma de la Vía Láctea, origen de vida cósmica, relacionada con todo principio de existencia. 

Los astros, como los ídolos, son lugares en los cuales la divinidad toma su morada, dando entonces a éstos el carácter de lugar sagrado. Así el objeto de adoración no es el astro mismo, sino la virtud divina que está en él.

En la diversidad de símbolos acuáticos, las conchas son el verdadero emblema del agua: escondidas en las profundidades del océano, en los lagos, en los ríos, imbuidas de la sagrada fuerza del abismo, llaman en mágica asociación las lluvias, la humedad, el origen de la vida y la fecundidad del mundo; siendo el agua el elemento primario del origen de la vida, estas imágenes nos hablan del mismo principio, del concepto que de "agua" llega a "generación". En la forma en espiral del caracol también podemos reconocer el símbolo del principio de la espiral de energía ascendente y creadora, de la cual es manifestación viviente y simbólica en el mundo manifestado.

En el sentido más amplio el caracol expresa el desarrollo espiritual que empieza desde un "centro", origen, o mundo interior, para extenderse hacia el cosmos en una espiral evolutiva.

El caracol se confirma como símbolo de generación de espiritualidad en unas representaciones teotihuacanas: el rey Quetzalcóatl, adornado de plumas, relacionadas a los niveles superiores, parece nacer de un caracol, que en el centro de su cuerpo, nos sugiere la idea de que la verdadera "generación", en el mundo espiritual, requiere un largo camino hacia la perfección. Igualmente, queremos subrayar el sentido de camino espiritual simbolizado por la concha: también era el símbolo distintivo de los peregrinos medievales que iban al Santuario de Santiago de Compostela. Con el mismo sentido está representada detrás de las estatuas de santos y profetas en las iglesias. También en este caso representa el concepto de "concha-cueva-oído", para recibir y escuchar el sonido primordial y eterno, el Verbo, el mensaje de la vibración cósmica divina. Esta idea está muy claramente expresada en la obra teatral Representación de un sueño del dramaturgo August Strindberg, cuando la hija de los dioses enseña al poeta a escuchar la voz del cielo.

En la simbología esotérica, las conchas de mar indican el mercurio (el yin, principio femenino, el vacío, el pasivo) que todavía no ha recibido el azufre (el yang, principio masculino, Verbo-Germen creador, llama creadora).

Queremos añadir que en la cultura mexicana actual no se ha dejado la tradicional utilización del símbolo del caracol; como instrumento sagrado, se lleva en muchos rituales y danzas, junto a otros instrumentos musicales, y se toca tanto en el ascenso como en el descenso del sol y hacia los cuatro puntos cardinales; su sonido, por semejanza a la vibración cósmica primordial vibra junto con ella gracias a su forma particular, pues el "Verbo" se hizo "forma", y la forma espiral del caracol es el emblema mismo de la generación, del principio y desarrollo de la vida cósmica.

Entonces, el hombre, tocando el caracol, soplando su aliento, produce una vibración en la espiral cósmica, participando así en la vibración creadora universal.

Entre los símbolos de "inicio" o "nacimiento", la gruta tiene un papel fundamental por ser una imagen de "origen" y "protección", como una abertura y boca de comunicación del vientre de la madre tierra. En varias mitologías aparece como lugar de procedencia de estirpes humanas, principio de nacimiento y peregrinación en la historia de los pueblos, como en el caso de la ya mencionada cueva de Chicomoztoc, en la peregrinación narrada por los nahuas. En el simbolismo platónico, la cueva asume un significado de camino espiritual y cognoscitivo; la cueva y la proyección de las sombras (las ilusiones humanas) evocan el mundo de las apariencias, del cual el hombre tiene que salir, para contemplar la verdadera luz, hacia la contemplación de los mundos superiores, en un camino de elevación espiritual.

Según las tradiciones de varias culturas, las cuevas representan un lugar sagrado, donde se puede comunicar con los dioses, hacer ofrendas, rezar: son "templos naturales", pasaje al inframundo, lugar oscuro de los inicios. Encontramos en la tradición griega la Gruta de la Sibila, adonde los hombres iban para interrogar a los dioses, y en la gruta encontraban respuestas formuladas en un idioma simbólico que necesitaba interpretación; también la gruta tiene relación con el viaje chamánico al inframundo, y la capacidad de comunicación con dimensiones "otras". Se encuentran muchas grutas transformadas antiguamente en lugares de culto y en iglesias en el área mediterránea, como adoratorios y lugares sagrados en todo el mundo, siendo la gruta considerada un espacio sagrado donde también ocurren milagros, como la gruta de Lourdes, etc.

En un sentido más amplio, las grutas significan lugar de encuentro con las fuerzas de los mundos invisibles. Las cuevas son oscuras, secretas, y protegen los actos rituales; también son caja de resonancia para las oraciones, y para la percepción del "mensaje cósmico". Según la tradición esotérica la gruta representa también un lugar "iniciático", oscuro, símbolo de "muerte" antes del "renacimiento"; el sentido mismo de la palabra gruta habla de algo secreto.

El nacimiento de la luz -o conocimiento- en la sombra o cueva primordial, bien se expresa en la simbólica gruta del nacimiento del Cristo solar. El águila, símbolo solar, se hace nacer de una gruta, en la cultura "huichol"; en otras palabras, surge una configuración mitológica del nacimiento iniciático.


"El Aguila volaba sin sombra como perdida... se fué por debajo de la tierra y después del quinto día resucitó, saliendo de una cueva, donde subió al sol".9

El mismo simbolismo de la cueva aparece en las crónicas mexicanas (c. Mexicáyotl, pp. 72-74), en el lugar donde se crea un adoratorio, un pequeño templo, al dios solar Huitzilopochtli.
"Y con esta madera, nada gruesa,
con ella cimentaron con estacas,
a la orilla de una cueva,
toda ella, la madera delgada,
así echaron las raíces del poblado,
el templo de Huitzilopochtli.
El adoratorio aquel era pequeñito..."

En el Popol Vuh, el gigante Zipacná, como dios de la tierra, tenía la facultad de "oír" todo lo que se decía en el mundo; esta imagen del dios que "oye" todo, se explica para los Chortis que dicen que todas las cavidades naturales de la tierra: grutas, precipicios, etc. son los "oídos de la tierra", así como en Perú todas las hendiduras de la tierra se dicen huacas, sagradas.

En la mitología lacandona se dice que los hombres iban buscando el dios Hachakyun, el creador, en las cuevas; en Catemaco, estado de Veracruz, la iniciación de los brujos se hace en cuevas; en ceremonias nahuas de petición de lluvia se preparan las máscaras sagradas en las grutas; en Huahutla de Jiménez, estado de Oaxaca, los que participan en el ritual de los hongos llevan velas a las grutas, donde las dejan quemando toda la noche; así la luz interior puede continuar resplandeciendo, para vencer la oscuridad, la sombra: luz como símbolo de nacimiento del sol interior, saliendo de la cueva o centro escondido y secreto de nuestro ser. En fin, luz interior como iniciación, realización alquímica del oscuro magma de los principios, nacimiento del oro espiritual.

Entre los símbolos relacionados con la búsqueda, renacimiento, renovación e iluminación, el laberinto ocupa un papel fundamental, pues representa un camino simbólico que conduce al practicante al encuentro con las principales energías que se hallan en el "centro", o sea a las profundidades de su ser.

Desde las épocas más antiguas las enseñanzas relativas al alcance del Conocimiento, o sea simbólicamente a la conquista de la "luz", han utilizado imágenes simbólicas, como se puede deducir de los poemas antiguos de varias culturas, como en los cuentos mitológicos de varias civilizaciones, desde los textos de Babilonia, a los de Egipto, Grecia, etc.

Encontramos laberintos en varias culturas: cerca del lago Meride, en Egipto, construidos por Psammético; el famoso laberinto de Cnossos, en Creta, construido por el legendario Dédalo; Porsena, etrusco, construyó un laberinto cerca de la ciudad de Chiusi, etc. Alejándose del área mediterránea también en las culturas precolombinas se ha dado la misma construcción pues en verdad es espejo de una estructura psíquica universal. En Oxkintok, Yucatán, por ejemplo, se encuentra un laberinto, fabricado en el siglo V de nuestra era; llamado por los locales el satunsat, que quiere decir "el perdedero". Se ilumina por dentro en el equinoccio, el 18 de marzo y el 25 de setiembre, posiblemente cuando se producía la "iluminación" de los neófitos.

Los mitos mayas de la región hablan de este laberinto como de un lugar donde "se esconde la conciencia", donde se "guardan los libros sagrados de la sabiduría", lo cual implica su carácter de centro espiritual, en el que se llevan a cabo los rituales iniciáticos.

El muro oriental está cerrado, y al poniente está abierto, para significar y representar la entrada al mundo inferior: captar los rayos del sol en su bajada es como seguirlo simbólicamente en su camino nocturno.

El laberinto, en su estructura, produce una alteración de la conciencia, que es una condición inexcusable de los rituales de iniciación; es un intento de invertir el orden natural de las cosas, pues induce la eliminación de la frontera entre los estados vitales del ser humano; es como una tierra sin referencias de espacio y tiempo, un espacio donde las comunes experiencias y los conceptos de la vida ordinaria no pueden existir, pues realiza una suspensión entre dimensiones conocidas, reales y físicas, y una incursión en la oscuridad del caos primigenio.10

Tenemos razones para ver en la raíz etimológica el verdadero sentido de las palabras. Laberinto en griego antiguo se relaciona con el verbo lambano que significa: conseguir, alcanzar, llegar a poseer, agarrar, coger, descubrir, comprender, entender, aprender. El verbo ruomai quiere decir: cubrir, velar, esconder, defender, preservar, proteger, como también purificar y salvar; entonces tai uontai son las cosas escondidas, veladas y protegidas, que purifican y salvan, y que se llegan a entender y descubrir alcanzado el centro, la iluminación interior; labev tai ruontai significa entonces conseguir, poseer, entender las cosas escondidas, los secretos iniciáticos por excelencia. La oscuridad del camino interior es así ejemplificada en la estructura del laberinto, el lugar donde "se aprenden los conocimientos ocultos", se recibe la iluminación interior. Por estas razones en las escuelas iniciáticas se habla de "muerte y resurrección", muerte al mundo material y nacimiento a una conciencia espiritual; los iniciados saben que la muerte-oscuridad es la vía para adquirir la vida-luz. Entonces la entrada al laberinto-oscuridad, para llegar a través del pasaje de la tiniebla a la luz, significa que es necesario ganarse la luz-conocimiento con pruebas, miedo, mortificaciones (simbólicamente representadas en la mitología por viajes de héroes en caminos peligrosos, donde se enfrentan a pruebas, etc.).


Guerrero-jaguar
Codex Magliabechiano

En los centros ceremoniales mexicanos se encontraban edificios para la iniciación de los Caballeros Aguilas y Tigres. Así las pruebas de iniciación ponían en situaciones que podían despertar en los neófitos sus centros interiores, desarrollándolos a conocimientos y conciencia de orden superior. En la tradición simbólica sagrada el laberinto, como la cueva, está relacionado con la idea de un viaje subterráneo, una "prueba", como aparece en el Popol Vuh el viaje simbólico de los Gemelos en Xibalbá.

En Yaxchilán, Chiapas, centro ceremonial maya, se encuentra un laberinto muy grande, y otro templo, el número 39, que con sus puertas en pendiente hacia abajo, y una banca de piedra en la entrada misma delante de la puerta, nos sugiere también la idea de una entrada en el templo iniciático. Laurette Sejourné nos habla de Malinalco como de otro probable lugar de iniciación,11 y esto debe extenderse a todos los conjuntos arquitectónicos prehispánicos.

Para una persona cualquiera salir de un laberinto no es cosa sencilla: las pruebas formaban hombres fuertes, conscientes y seleccionados, guerreros, reyes, sacerdotes; solamente los "calificados" podían recorrer el laberinto hasta la salida. El acceso al laberinto entonces era selectivo y los profanos no podían entrar: pro-fano, en griego antiguo, quiere decir "delante-fuera del templo".

En algunas iglesias medievales se sigue la tradición del laberinto, representado en el pavimento, sustitución simbólica del peregrinaje a la Tierra Santa, lugar de iluminación, revelación espiritual, renovación después del sacrificio (silencio, ayuno, mortificaciones físicas).

Los huicholes hacen su peregrinaje a Wirikuta, lugar de encuentro con los dioses, lugar sagrado del peyote; el camino es muy largo y duro, días y días en los cerros luchando con la naturaleza, para llegar a las planicies. Hay muchos caminos que se cruzan en varias direcciones, y para llegar hay que conocerlos para no perderse. Así los huicholes realizan su prueba iniciática de cumplir un camino sagrado para alcanzar el Conocimiento (ceremonia del peyote y comunicación con el dios).

El mismo concepto está expresado en la película Chac, dios de la lluvia,12 cuando el chamán emprende un largo camino, con los hombres del pueblo que quieren la lluvia para sobrevivir. En el viaje ellos tienen que "ganársela", afrontando varias pruebas iniciáticas simbólicas de resistencia, de coraje, y de carácter, como seguir un tortuoso camino desconocido, atravesar una cascada de agua, afrontar la oscuridad de una cueva, etc.

Por intermediación de los símbolos sagrados, el hombre de todos los tiempos puede seguir caminos de Conocimiento. A través de los símbolos, la sabiduría abrió las puertas a la luz interior y los iniciados enriquecidos por esta revelación de lo invisible, en todas las tradiciones, se dedicaron a contemplar el camino ordenado del cielo.


"El sabio: una luz, una tea...
es camino, guía veraz para otros...
es maestro de guías,
les da su camino,
de él uno depende...
Los que ven,
los que se dedican a observar
el curso y el proceder ordenado del cielo,
ellos nos llevan, nos guían,
nos dicen el camino".13

 
NOTAS
1 Añadiremos que la letra T en su aspecto fonético es un componente fundamental en lengua nahuatl, pues muchas palabras relacionadas con el concepto de Dios, comienzan con la pronunciación de esa letra, tal cual se hace en algunos idiomas europeos. Así, Teoamoxtli = códice sagrado; Teocalli = casa de Dios; Teocualo = comida sagrada; Teocuicani = cantor divino; Teopixcayotl = sacerdocio; Teotecuilli = brasero divino, hasta Teotihuacan = lugar donde se hacen los dioses. En la raíz lingüística griega, encontramos el mismo grupo Teo (ver en latín Zeus), que en otros idiomas conserva el mismo sonido T o D (letras dentales), concepto de Dios Padre; el signo gráfico de la T sagrada está también relacionado con la abstracción del Arbol Cósmico, que es considerado origen de la manifestación vital y también portador del aliento divino.
2 Chevalier y Gheerbrant: Diccionario de los Símbolos. Ed. Herder. Barcelona 1986. Voz "Centro".
3 Existe mucha bibliografía en relación a estos puntos del cuerpo humano, en tratados de mística hindú o disciplina yoga.
4 (Texto Náhuatl : Informantes de Sahagún, Código Matritense de la Real Academia, Fol. 180)
5 También queremos subrayar cómo en otras tradiciones aparece el simbolismo del rojo y negro como alternancia de energías opuestas.
6 Coloquios y Doctrina Cristiana. Transcrito por F. B. Sahagún Biblia Vaticana. 
7 Código Matritense. Informantes de Sahagún. Vol VIII, Fol. 118 R. (R).
8 Anales de Cuauhtitlán.
9 Jicurri Neirra, La danza del peyote. C. Kleiman. Película INI, Méx. 1980.
10 Las informaciones sobre este laberinto se encuentran en Los mayas, el esplendor de una civilización. Quinto Centenario. Miguel Rivera Dorado. Ed. Turner. Madrid.
11 L. Sejourné: Pensamiento y Religión en el México Antiguo. Fondo de Cultura Económica. Pág. 131.
12 Chac, dios de la lluvia. Dir. Roland Kein, 1974 (Cineteca Nacional México).
13 "Coloquios y Doctrina Cristiana". (M. León Portilla: Los Antiguos Mexicanos, F. de Cult. E., México 1987. Págs. 125 a 127).

 

ARTICULOS