Miguel León Portilla (México 1926), reconocido investigador de la cultura náhuatl, es autor entre otros estudios de: La Filosofía Náhuatl, U.N.A.M., México 1966. El Reverso de la Conquista, J. Mortiz, México 1970. Visión de los Vencidos, U.N.A.M., México 1969. Toltecáyotl. Aspectos de la Cultura Náhuatl, F.C.E., México 1980. Los Antiguos Mexicanos, F.C.E., México 1970. México Tenochtitlan, su Tiempo y Espacio Sagrado, INAEH., México 1978. El presente texto constituye un fragmento del capítulo VI de su obra La Filosofía Nahuátl.


 
LOS MÁS ANTIGUOS VESTIGIOS
Cap. VI

MIGUEL LEON-PORTILLA




Imagen del códice Telleriano-Remensis

Dice M. León-Portilla que éste es "un texto, conservado en náhuatl con el ritmo y la estructura de un viejo poema, en el que se habla de los más remotos orígenes culturales de los pueblos de la región central de México. El texto fue transmitido por los informantes indígenas de Sahagún y se conserva en el Códice Matritense de la Real Academia. Constituye de hecho la respuesta dada por los nahuas de principios del siglo XVI acerca de sus orígenes, no sólo étnicos y lingüísticos, sino sobre todo culturales.

Formulada por Sahagún la pregunta acerca de quiénes eran los aztecas o mexicas, responden los ancianos informantes elaborando una posible etimología para esclarecer su propio nombre. (...)

Al evocar los viejos cantares, la respuesta de los informantes, deja traslucir su empeño por situar dentro de un contexto cultural más amplio a los pueblos nahuas de reciente aparición. Entreverando mitos y tradiciones, recuerdan no ya sólo a los toltecas, sino también a los fundadores de Teotihuacán y por fin a hombres aún más alejados en el tiempo como fueron los pobladores de la mítica Tamoanchan, gentes venidas de las costas del Golfo de México a las que atribuyen la invención del calendario y la posesión de libros sagrados con antiguas doctrinas religiosas. (...)

El texto, que conserva a las claras su carácter de antiguo cantar o poemas dice así:"


He aquí la relación
que solían pronunciar los ancianos:
en un cierto tiempo
que ya nadie puede contar,
del que ya nadie ahora puede acordarse,
quienes aquí vinieron a sembrar
a los abuelos, a las abuelas,
éstos, se dice,
llegaron, vinieron,
siguiendo el camino,
los que vinieron a barrerlo,
vinieron a terminarlo,
vinieron a gobernar aquí en esta tierra,
que con un solo nombre era mencionada,
como si se hubiera hecho esto un mundo pequeño.
Por el agua en sus barcas vinieron,
en muchos grupos
y allí arribaron a la orilla del agua,
a la costa del norte,
y allí donde fueron quedando sus barcas,
se llama Panutla,
quiere decir, por donde se pasa encima del agua,
ahora se dice Pantla (Pánuco).
En seguida siguieron la orilla del agua,
iban buscando los montes,
algunos los montes blancos,
y los montes que humean...
Además no iban por su propio gusto,
sino que sus sacerdotes los guiaban,
y les iba hablando su dios.
Después vinieron,
allá llegaron,
al lugar que se llama Tamoanchan,
que quiere decir “nosotros buscamos nuestra casa”.
Y allí permanecieron algún tiempo.
Y los que allí estaban eran los sabios,
los llamados poseedores de códices.
Pero no permanecieron mucho tiempo
los sabios luego se fueron,
una vez más entraron en sus barcas
y se llevaron la tinta negra y roja,
los códices y las pinturas,
se llevaron todas las artes,
la música de las flautas.
Y cuando iban a partir
convocaron a todos los que iban a dejar,
les dijeron:
“Dice el Señor nuestro,
Tloque Nahuaque,
que es Noche y Viento,
aquí habréis de vivir,
aquí os hemos venido a sembrar,
esta tierra os ha dado el Señor nuestro,
es vuestro merecimiento, vuestro don.
Ahora lentamente se va más allá
el Señor nuestro, Tloque Nahuaque.
Y ahora también nosotros nos vamos,
porque lo acompañamos
a donde él va,
al Señor, Noche, Viento,
al Señor nuestro, Tloque Nahuaque
porque se va, habrá de volver,
volverá a aparecer,
vendrá a visitarnos,
cuando esté para terminar su camino la tierra,
cuando sea ya el fin de la tierra,
cuando esté para acabarse,
él saldrá para ponerle fin.
Pero vosotros aquí habréis de vivir,
aquí guardaréis vuestro don, vuestro favor,
lo que aquí hay, lo que aquí brota,
lo que se encuentra en la tierra,
lo que hizo merecimiento vuestro
aquel a quien habéis seguido.
Y ahora ya nos vamos,
le seguimos,
a donde él va.”
Enseguida se fueron los portadores de los dioses,
los que llevaban a cuestas los envoltorios,
dicen que les iba hablando su dios.
Y cuando se fueron,
se dirigieron hacia el rumbo del rostro del sol,
se llevaron la tinta negra y roja,
los códices y las pinturas,
se llevaron la sabiduría,
todo se los llevaron,
los libros de cantos y las flautas.
Pero se quedaron
cuatro viejos sabios,
el nombre de uno era Oxomoco,
el de otro Cipactónal,
los otros se llaman Tlaltetecuin y Xochicahuaca.
Y cuando se habían marchado los sabios,
se llamaron y reunieron
los cuatro ancianos y dijeron:
“¿Brillará el Sol, amanecerá?
¿Cómo vivirán, cómo se establecerán los macehuales (el pueblo)?
Porque se ha ido, porque se han llevado
la tinta negra y roja (los códices).
¿Cómo existirán los macehuales?
¿Cómo permanecerá la tierra, la ciudad?
¿Cómo habrá estabilidad?
¿Qué es lo que va a gobernarnos?
¿Qué es lo que nos guiará?
¿Qué es lo que nos mostrará el camino?
¿Cuál será nuestra norma?
¿Cuál será nuestra medida?
¿Cuál será el dechado?
¿De dónde habrá que partir?
¿Qué podrá llegar a ser la tea y la luz?”
Entonces inventaron la cuenta de los destinos,
los anales y la cuenta de los años,
el libro de los sueños,
lo ordenaron como se ha guardado,
y como se ha seguido
el tiempo que duró
el señorío de los Toltecas,
el señorío de los Tepanecas,
el señorío de los Mexicas
y todos los señoríos chichimecas. 1

 
NOTAS
1 Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia, fol. 191, r.-192, v., AP I, 92
 
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