POPOL VUH
Las antiguas historias del Quiché
o Libro Sagrado de los Maya-Quichés

Fragmentos
Segunda Parte
Capitulo III




Árbol de jícaro con la cabeza de Hun Hunahpú y los dos gemelos a los lados


Esta es la historia de una doncella, hija de un señor llamado Cuchumaquic. Llegaron [estas noticias] a oídos de una doncella, hija de un Señor. El nombre del padre era Cuchumaquic y el de la doncella Ixquic.1 Cuando ella oyó la historia de los frutos del árbol, que fue contada por su padre, se quedó admirada de oírla.

– ¿Porqué no he de ir a ver ese árbol que cuentan?, exclamó la joven. Ciertamente deben ser sabrosos los frutos de que oigo hablar. A continuación se puso en camino ella sola y llegó al pie del árbol que estaba sembrado en Pucbal-Chah.2

–¡Ah! exclamó, ¿qué frutos son los que produce este árbol? ¿no es admirable ver cómo se ha cubierto de frutos? ¿Me he de morir, me perderé si corto uno de ellos?, dijo la doncella.

Habló entonces la calavera que estaba entre las ramas del árbol y dijo:

–¿Qué es lo que quieres? Estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol no son más que calaveras. Así dijo la cabeza de Hun-Hunahpú dirigiéndose a la joven.

–¿Por ventura los deseas?, agregó.

– Sí los deseo, contestó la doncella.

– Muy bien, dijo la calavera. Extiende hacia acá tu mano derecha.

– Bien, replicó la joven, y levantando su mano derecha, la extendió en dirección a la calavera.

En ese instante la calavera lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente en la palma de la mano de la doncella. Miróse ésta rápidamente y con atención la palma de la mano, pero la saliva de la calavera ya no estaba en su mano.3





Árbol con cabeza de Hun-Hunahpu.


– En mi saliva y mi baba te he dado mi descendencia (dijo la voz del árbol). Ahora mi cabeza ya no tiene nada encima, no es más que una calavera despojada de la carne. Así es la cabeza de los grandes príncipes, la carne es lo único que les da una hermosa apariencia. Y cuando mueren espántanse los hombres a causa de los huesos. Así es también la naturaleza de los hijos, que son como la saliva y la baba, ya sean hijos de un Señor, de un hombre sabio o de un orador. Su condición no se pierde cuando se van, sino se hereda; no se extingue ni desparece la imagen del Señor, del hombre sabio o del orador, sino que la dejan a sus hijos y a los hijos que engendran. Esto mismo he hecho yo contigo. Sube, pues a la superficie de la tierra, que no morirás. Confía en mi palabra que así será, dijo la cabeza de Hun-Hunahpú y de Vucub-Hunahpú. 4
Y todo lo que tan acertadamente hicieron fue por mandato de Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculha.5

Volviéndose en seguida a su casa la doncella después que le fueron hechas todas las advertencias, habiendo concebido inmediatamente los hijos en su vientre por la sola virtud de la saliva.6 Y así fueron engendrados Hunahpú e Ixbalamqué.7

Llegó, pues la joven a su casa y después de haberse cumplido seis meses, fue advertido su estado por su padre, el llamado Cuchumaquic. Al instante fue descubierto el secreto de la joven por el padre, al observar que tenía hijo.

Reuniéronse entonces en consejo todos los señores Hun-Camé y Vucub-Camé [es decir, los señores de Xibalbá, el inframundo] con Cuchumaquic.

– Mi hija está preñada, Señores; ha sido deshonrada, exclamó el Cuchumaquic cuando compareció ante los Señores.

– Esta bien dijeron éstos. Oblígala a declarar la verdad, y si se niega a hablar, castígala; que la lleven a sacrificar lejos de aquí.

– Muy bien, respetables Señores, contestó. A continuación interrogó a su hija:

– ¿De quién es el hijo que tienes en el vientre, hija mía?

Y ella contestó: –No tengo hijo, señor padre, aún no he conocido varón.

– Está bien, replicó. Positivamente eres una ramera. Llevadla a sacrificar, señores Ahpop Achih; traedme el corazón dentro de una jícara y volved hoy mismo ante los Señores, les dijo a los búhos.

Los cuatro mensajeros tomaron la jícara y se marcharon llevando en brazos a la joven y llevando también el cuchillo de pedernal para sacrificarla.





Pedernal


Y ella les dijo: – No es posible que me matéis, ¡oh mensajeros!, porque no es una deshonra lo que llevo en el vientre, sino que se engendró solo cuando fui a admirar la cabeza de Hun-hunahpú que estaba en el Pacbal-Chah. Así pues, no debéis sacrificarme, ¡oh mensajeros!, dijo la joven, dirigiéndose a ellos.

–¿Y qué pondremos en lugar de tu corazón? Se nos ha dicho por tu padre: “Traedme el corazón, volved ante los Señores, cumplid vuestro deber y atended juntos a la obra, traedlo pronto en la jícara, poned el corazón en el fondo de la jícara.” ¿Acaso no se nos habló así? ¿Qué le daremos dentro de la jícara? Nosotros bien quisiéramos que no murieras, dijeron los mensajeros.

– Muy bien, pero este corazón no les pertenece a ellos.8 Tampoco debe ser aquí vuestra morada, ni debéis tolerar que os obliguen a matar a los hombres. Después serán ciertamente vuestros los verdaderos criminales y míos serán enseguida Hun-Camé y Vucub Camé. Así, pues, la sangre y sólo la sangre será de ellos y estará en su presencia. Tampoco puede ser que este corazón sea quemado ante ellos. Recoged el producto de este árbol, dijo la doncella. El jugo rojo brotó del árbol,9 cayó en la jícara y en seguida se hizo una bola resplandeciente que tomó la forma de un corazón hecho con la savia que corría de aquel árbol encarnado. Semejante a la sangre brotaba la savia del árbol, imitando la verdadera sangre. Luego se coaguló allí dentro la sangre o sea la savia del árbol rojo, y se cubrió de una capa muy encendida como la sangre al coagularse dentro de la jícara, mientras que el árbol resplandecía por obra de la doncella. Llamábase “Árbol rojo de grana”, pero [desde entonces] tomó el nombre de Árbol de la Sangre porque a su savia se le llama la Sangre.

– Allá en la tierra seréis amados y tendréis lo que os pertenece, dijo la joven a los búhos.10

– Está bien, niña. Nosotros nos iremos allá, subiremos a servirte; tú sigue tu camino mientras nosotros vamos a presentar la savia en lugar de tu corazón ante los Señores, dijeron los mensajeros.

Cuando llegaron a presencia de los Señores, estaban todos aguardando.

– ¿Se ha terminado esto? preguntó Hun-Camé.

– Todo está concluido, Señores. Aquí está el corazón en el fondo de la jícara.

– Muy bien. Veamos, exclamó Hun-Camé. Y cogiéndolo con los dedos lo levantó, se rompió la corteza y comenzó a derramarse la sangre de vivo color rojo.

– Atizad bien el fuego y ponedlo sobre las brasas, dijo Hun-Camé.

En seguida lo arrojaron al fuego y comenzaron a sentir el olor los de Xibalbá, y levantándose todos se acercaron y ciertamente sentían muy dulce la fragancia de la sangre.





Sahumerio.


Y mientras ellos quedaban pensativos, se marcharon los búhos, los servidores de la doncella, remontaron el vuelo en bandada desde el abismo hacia la tierra y los cuatro se convirtieron en sus servidores.

Así fueron vencidos los Señores de Xibalbá; por la doncella fueron engañados todos.


Traducción de Adrián Recinos.

 

 
   
 
NOTAS
1 Ixquic: La doncella, la virgen madre.
El término maya ‘Quic’ es sangre, savia y resina de árbol, especialmente la del caucho o goma elástica que los antiguos mayas y quichés usaban a veces como incienso para sus sahumerios. La pelota con que jugaban en el Juego de Pelota se llamaba también ‘quic’. Ixquic, quiere decir “sangre pequeña o de mujer,” según explica A. Recinos.
2 Vocablo que quiere decir ‘cerro de piedra’, donde, en la construcción de los sepulcros que hacían en las lomas y lugares alejados de los poblados, se solía enterrar a los muertos.
3 Lo interesante de toda esta simbólica es que el fruto del jícaro, al que se refiere, no es comestible, solamente la corteza dura tiene alguna utilidad como recipiente ritual o guacal. Por lo que nos está hablando de otra cosa, de otro alimento; de una entrega y una recepción de la “luz”. “¿–Por ventura los deseas? Sí, los deseo, contestó la doncella.” Su amor al Conocimiento y su entrega incondicionada le ha fecundado con el esperma o saliva, la sabia del Árbol de la Vida, donde yace la calavera de Hun Hunahpú (etimológicamente ‘quien es’), logrando de esta manera concebir, cumpliendo así su destino dando a luz a los gemelos Hunahpú e Ixbalamqué, los héroes semidioses que saliendo victoriosos de todas las pruebas quienes …“suben en medio de la luz y al instante se elevaron al cielo. Al uno le tocó el sol y al otro la luna. Entonces se iluminó la bóveda del cielo y la faz de la tierra.” Subiendo entonces “los cuatrocientos muchachos a quienes mató Zipacná [el gigante], y así se volvieron compañeros de aquéllos y se convirtieron en estrellas del cielo.” (Popol-Vuh) Dándose de esta manera la posibilidad de que amanezca con una nueva creación, un nuevo hombre, una nueva humanidad, el hombre de maíz.
Hay una “relación etimológica de los vocablos designando hueso, cáscara, olote, o cuerpos duros asimilados a las calaveras de los Ahpú… y que se consideran elementos nucleares de todo cuerpo.” (R. Girard) Es decir, la luz oculta en su interior.
4 Para R. Girard “este es uno de los pasajes más importantes del Popol Vuh en cuanto a que expresa la ley de herencia por la cual los padres transmiten a sus hijos, con sus rasgos físicos sus características intelectuales y morales, destacándose además el origen divino de la casta sacerdotal, que recibe su sabiduría de Dios mismo, por lo tanto ha de transmitirla dentro del mismo linaje, y aquí tenemos el remoto origen de la institución sacerdotal hereditaria. Así se explican las causas de que los mayas y chortís sean tan celosos de su linaje. Dice al efecto el Chilam Balam de Chumayel: los nobles descendientes de los príncipes que hayan sabido cómo vinieron sus linajes y los reyes que agradablemente los gobernaban, verán que era su sabiduría la que tenía poder sobre sus vasallos.
Por otra parte, la milagrosa fecundación de Ixquic por medio del descenso espiritual en lo carnal (o sea el descenso del espíritu en la materia), ejemplifica el doble misterio de la concepción humana y de la germinación del maíz (asimilado a Hunahpú) asociándose en esta ocasión, por primera vez, los conceptos de fecundidad humana y de fertilidad de la tierra, inseparables en la mentalidad indígena.”
Y más adelante: “Con su sacrificio los Ahpú, [es decir Hun-Hunahpú y de Vucub-Hunahpú] fecundan la tierra, regándola con su sangre, dando así pautas rituales fundadas en la creencia de que “la tierra pide sangre para sustentarse”, asimilándose esa sustancia divina a la lluvia, el semen, la sangre, o excreciones divinas, la esencia del maíz o ‘la gracia’”.
5 Dice el Popol Vuh: “El primero se llama Caculhá Huracán, el segundo Chipi-Caculhá. El tercero es Raxa Caculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo”.
Y nos explica Federico González Frías en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos que “este es el dios del rayo y del viento para los mayas quichés de Guatemala. Sus atributos son el trueno y el relámpago. Se le considera "El más Grande de los Dioses", "La Voz que Grita desde lejos", o "El Corazón del Cielo".
"Dios del viento y la tempestad, unípede…"
"Se dice que el remolino del viento huracanado es el origen de la creación.”
6 Este pasaje nos recuerda el mito mexicano del nacimiento de Huitzilopochtli, quien fue engendrado por una pelotilla de pluma que descendió sobre su madre Coatlicue y que ésta puso en su seno, “de la cual se dice se empreñó” según cuenta Sahagún.
7 Los gemelos, semidioses, los héroes. Este es el relato de su milagroso nacimiento, pues siendo éstos dioses redentores, como sabemos, tienen nacimiento divino y humano.
8 Se dice que con estas palabras Ixquic se desvincula espiritual y materialmente de sus congéneres al no pertenecerles su corazón.
9 Se refiere al árbol de donde se extrae el copal o incienso del que aún hacen uso los indígenas en su ritos, y que crece en abundancia en Guatemala en la misma zona que el jícaro. “En las reseñas que nos da el Popol-Vuh quedan especificadas las propiedades intrínsecas y sagradas de esta gomorresina que se coagula como la sangre, despide un olor aromático al arder y tiene además la condición de aniquilar los espíritus malignos purificando la atmósfera y perfumar el ambiente con el aroma grato a los dioses, por ser de naturaleza divina. El Chilam Balam de Chumayel explica que el incienso es “la resina celestial” y su “olor es atraído al centro del cielo”… De allí que la savia del copal, la sangre y la lluvia o sustancia divina sean consubstanciales; por esa causa el humo del incienso representa también las nubes, y los dioses de la lluvia pueden figurarse en el altar chortí por una pelota sólida de copal o un recipiente lleno de “agua virgen”. (R. Girard)
10 Es decir, los cuatro Tucur que luego salen a la superficie de la tierra convirtiéndose en servidores de Ixquic como diosa de la tierra. Nos explica nuevamente R. Girard que este ascenso de Ixquic con los cuatro Tucur “expresa la aparición de los cuatro portadores cósmicos después de la destrucción de la humanidad por un cataclismo… portadores que el Chilam Balam de Chumayel califica de “Voluntades de la Tierra”(…) “Más adelante el citado códice dice que los Bacabs “se fueron ‘levantando’, llamando a su Señor” imagen que el Popol-Vuh expresa en el ascenso de los cuatro conversos de Xibalbá hacia la superficie de la tierra. Por otra parte sabemos que, los cuatro cargadores del cielo “escaparon cuando el mundo fue destruido por el diluvio”.
   
 


Los cuatro Bacabs, o Atlantes, que sostienen la bóveda celeste,
“cada uno de ellos en un rincón del cielo”.
Códice Madrid, pág. 20.


 
 
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