SIMBOLOS 
Precisamente por ser ilógico, el símbolo constituye
una fuente de conocimiento
que siempre estará vedada a la lógica
 
La revista SYMBOLOS, publicada por un competente grupo de adeptos a la tradición hermética, se presentó en Madrid al cubrir su cuarto número de publicación. Para los interesados en estudios tradicionales de matiz guenoniano, esta revista es algo así como Claves para los aficionados a la filosofía ortodoxa. Tuve ocasión de comentar el papel del símbolo en los estudios tradicionales, para recalcar que el símbolo se distingue del signo como la Cibeles del semáforo que está al lado de ella: el símbolo connota, el signo denota, el uno es abierto y evocativo, mientras que el otro es preciso y pretende no dejar lugar a dudas. 

El símbolo es el algoritmo de lo irracional como la ecuación lo es de lo racional. Hay dos clases de conocimientos: el científico, que pretende dar con leyes exactas a las cuales expresa por ecuaciones en lenguaje matemático, de modo que esas relaciones se pueden cuantificar; y hay un conocimiento tradicional o hermético, que pretende llegar también a relaciones entre fenómenos y expresar las leyes entre éstos, pero usando el lenguaje de los símbolos en vez de las matemáticas. 

La forma de conocimiento hermética utiliza el mito, el rito y el símbolo. El mito es la narración de hechos fundamentales, el rito es la reproducción por analogía de esos hechos, por ejemplo, la misa es el rito que reproduce el mito de la Ultima Cena; por último, los símbolos son imágenes que evocan lo que no se puede explicar solamente con palabras. 

Los símbolos provocan un conocimiento emotivo porque, al ser vistos, despiertan en el interior de la persona un conocimiento que estaba ahí latente y un poco borroso, envuelto en las nieblas y tinieblas del subconsciente. Jung propuso la hipótesis de la existencia de un subconsciente colectivo que estaría formado por lo que él llamaba arquetipos. Los arquetipos serían como las hormas interiores de los símbolos, como unas imágenes primordiales que cada persona lleva grabadas en su subconsciente en el momento de nacer; serían como los instintos de la imaginación. Cuando la persona ve conscientemente un símbolo, ese símbolo encaja en el arquetipo interior y lo sube a la conciencia, Cuando un arquetipo se despierta a sí mismo, dice Jung que provoca además una descarga de líbido que se manifestará como emoción y también como energía dirigida a la acción. Por eso Proclo y Iámblico explicaban que en los ritos de iniciación de la antigüedad, al neófito se le enfrentaba con una serie de símbolos que le despertaban emociones y energías. 
  
De la misma manera que un objeto es arte cuando al ser presentado a un espectador provoca en éste la emoción, así también un símbolo solo merece ese nombre cuando al ser presentado al espectador provoca en él una conmoción debida a su encajar con un arquetipo. Todo esto es una cuestión empírica: es preciso hacer la prueba para constatar que funciona. Es injusto por parte de los científicos que usan las matemáticas pretender que se les explique la ciencia hermética en términos de su paradigma. 

PRECISAMENTE el actual paradigma científico, deja fuera de su ámbito de realidad todo lo que no se puede pesar ni medir. A partir de ahí es imposible que lo inmaterial y lo irracional se pueda explicar por lo medible y matemático. E imposible explicar la ciencia hermética en términos de la ciencia mecánica, del mismo modo que no se puede explicar el juego del ajedrez por medio de las reglas del parchís. Lo hermético es más amplio y engloba lo mecánico, que es un caso particular de lo hermético dejando sólo lo palpable y reducible a leyes lógicas. El símbolo es como una metáfora en poesía: relaciona elementos por intuición y, aunque a veces parece ilógico, porque en realidad lo es, provoca un conocimiento al que la lógica nunca llegará a penetrar. 
  

Luis Racionero
Revista Año Cero, p. 98: ('La última palabra').
 
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