LAS IDEAS COSMOLOGICAS MAYAS EN EL SIGLO XVI. Laura Elena Sotelo. Universidad Nacional Autónoma de México. 1988. 98 págs.  
Este libro pese a ser breve exigiría un comentario más amplio, y pormenorizado, aunque no queremos dejar de destacarlo por su mérito, dado el tema tratado y la manera en que se lo considera. Efectivamente, como lo señala María Mercedes de la Garza en su presentación "estamos ante un estudio histórico de un aspecto concreto de la religión maya, pero que está cerca de la fenomenología de la religión por su enfoque y sus bases metodológicas". 

Por su parte la autora afirma: "Nuestro enfoque de la cosmología maya tiene como punto central lo religioso, ya que consideramos que, al igual que otras esferas de la cultura humana, puede ser estudiado por sí mismo. No queremos decir con esto, que la experiencia de lo sagrado no tenga implicaciones en los demás aspectos de la vida y de la sociedad, sino que las relaciones del hombre con lo divino son susceptibles de ser comprendidas desde una escala religiosa". Y agrega más adelante: "pero debido a que se encuentran fenómenos paralelos en diversas culturas, alejadas tanto temporal como espacialmente, es posible realizar comparaciones entre ellos, con el fin de reconocer significaciones semejantes". 

Lo importante es que estas "comparaciones" surgen en forma natural en la autora, es decir, en base a un conocimiento muy completo de la cultura maya estudiado en una inmensa masa de información como la que se ha utilizado. Laura Sotelo ha sabido leer en estos disímiles documentos y textos no sólo la estructura del pensamiento cosmogónico maya, sino también entrever y comprender su funcionamiento. Así nos dice: "En cuanto a la concepción geométrica del universo, algunos autores han esbozado las características que aparecen más claras en las fuentes escritas. El mundo es una superficie plana y cuadrangular que se divide en cuatro sectores a los que se les asocian colores significativos: rojo al este, blanco al norte, negro al oeste, amarillo al sur y verde al centro, lugar donde se encuentra una gran ceiba que atraviesa al universo; sus raíces penetran en el mundo subterráneo, y su fronda en el cielo. El inframundo cuenta con nueve estratos y el espacio sideral con trece. En cada una de las esquinas del mundo están los Bacabes, deidades que sostienen los cielos". Y refiriéndose al tema y a su propio libro: "para los mayas el universo está formado por tres grandes planos cósmicos, hemos estructurado el presente trabajo siguiendo la distinción que ellos hacen: cielo, tierra e inframundo. En cada apartado se estudian las narraciones míticas que refieren su origen, con el fin de conocer la estructura que presenta cada sector en las diversas tradiciones. Asociadas con cada región cósmica se encuentran diversas deidades que, junto con los demás aspectos, nos permiten aclarar el significado que cada estrato cósmico tiene; por ello, se han incluido en sendos apartados. En el primer capítulo se estudian, además de las creencias sobre el espacio sideral y los dioses, los astros. En el segundo se hace hincapié en dos aspectos fundamentales de la estructura del cosmos: el centro del mundo y los cuatro rumbos, mientras que en el tercero se destacan los dioses y el simbolismo del mundo subterráneo". 

Los nombres de las fuentes indígenas y coloniales y los de los estudiosos de la metafísica y la religión en general (M. Eliade, R. Guénon, K. Kérenyi, M. Meslim y G. Van der Leeuw) figuran en el texto y la bibliografía así como los de los especialistas más serios y claros de la mayística: A. Aveni, H. Berlin, Robert M. Carmack, A. Caso, M. Coe, A. Barrera Vásquez, M. de la Garza, C. Guiteras, D. Heyden, M. León Portilla, J. E. S. Thompson, A. Tozzer, A. Villa Rojas, Z. Vogt, Ch. Wisdom, etc. que se conjugan en esta obra, dando cuenta del material de primera mano que ha estudiado y elaborado la autora y habiéndose utilizado prácticamente la mayor parte de las fuentes disponibles al respecto, tanto de los libros indígenas, como los de los cronistas españoles, como ya hemos dicho, así como los datos de la antropología, arqueología, lingüística, epigrafía, arqueometría, etc. de recientes y pasadas investigaciones. 

Lo que Laura Sotelo no dice pese a su honestidad y rigor intelectual, es que esta concepción cosmogónica maya (o mesoamericana, o indoamericana) es un modelo arquetípico universal, análogo al expresado por todas las culturas arcaicas conocidas, aunque de alguna manera lo insinúa dada la índole de sus investigaciones y las conclusiones a que necesariamente arriba. Por ello es que no habla de Cosmogonía Perenne, (o Gnosis Perenne) y mucho menos se plantea en su estudio la posibilidad de que la cosmovisión maya corresponda a la realidad y a la verdad "objetiva" -en contra del ignorante pseudo pensamiento científico oficial moderno- y sea tan vigente hoy como cuando fue concebida, pues obedece a la naturaleza misma del Universo, tan actual ayer como hoy, ya que la Creación es Perenne, tal cual lo afirman todas las tradiciones sapienciales que han subsistido y que aún se encuentran vivas, como el hinduismo, el budismo, el islam y el hermetismo -entre otras-, asunto que puede verificar -histórica y espiritualmente- aquél que se interese en ello. F. G. 

 
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