Texto perteneciente a la publicación LETRA VIVA. Una Utopía Hermética.
 
LA MIRADA DE COLÓN 

Federico González titula el capítulo de Las Utopías Renacentistas que dedica a Cristóbal Colón y a su gesta de un modo muy significativo: "La utopía en estado puro".1 Utopía
    quiere decir, o deriva, del término u-topos, o sea de aquello que no tiene lugar, algo que por lo tanto está fuera del tiempo y del espacio para significar con seguridad un asunto imposible de realizar en este universo y relacionado con otro mundo, o sea con una región más allá de estas dimensiones, un ámbito celeste y perfecto donde las cosas fueran en verdad y no signadas por las imperfecciones humanas, una forma de la ciudad celeste, o de la ciudad de Dios.2 

La utopía la conforman "realidades no conocidas por los seres corrientes", "planos ignorados para las personas ordinarias, pero absolutamente reales para aquellos que los han experimentado".3  Tal utopía se abre paso en el pensamiento de Colón tras años de estudio y reflexión, y lo arrastra, irrefrenablemente, a una extraordinaria aventura simbólica de la cual seguramente desconoce su alcance:4 cruzar las aguas para alcanzar el Paraíso Terrestre. Ese y no otro es el verdadero propósito de su epopeya.

    Empecé a navegar desde muy joven, y he seguido haciéndolo hasta hoy. La misma arte inclina a quien la sigue a desear saber los secretos de este mundo; y ya hace más de cuarenta años que así lo hago por todos los lugares hasta hoy navegables. Mi comercio y mis tratos han sido con gente respetable, tanto eclesiásticos como seglares, y tanto latinos como griegos, judíos, moros y con muchos de otras religiones. Dios me fue siempre propicio en este mi deseo, y me otorgó la capacidad de comprender. Hízome muy experto en náutica, y dióme de astrología lo suficiente, así como de geometría y aritmética. Me otorgó un espíritu ingenioso, y unas manos aptas para dibujar esta esfera, y en ella las ciudades, los montes, los ríos, las islas y los puertos en los correspondientes lugares. A lo largo de mi vida he visto y me he esforzado en ver todos los libros de cosmografía, historia, filosofía y otras ciencias. Dios nuestro señor me abrió el intelecto con mano palpable, para que navegase hacia las Indias, y me insuflo las ansias de poner el plan en obra.5 

El Almirante va a descubrir en sus viajes

    un mundo otro entrevisto en los contenidos del Alma universal, alucinado por el propio fuego de sí mismo; su "furor", como un estado de ebriedad anímico, fue el que movió a Colón a lanzarse a una aventura genial que lo tuvo como su protagonista.6 

Colón está impregnado de la cosmografía de los antiguos y de la idea de mundos paralelos "que coexisten con nuestro mundo en el plano imaginal, los cuales deben por tanto tener una ubicación geográfica tangible".7 Sobre tal fundamento construye su imagen de la Tierra y de sus confines, que se propone alcanzar por mar:

    Pasando, pues, a indicar las razones que llevaron al Almirante al descubrimiento de las Indias diré que fueron tres: los fundamentos naturales, la autoridad de los escritores y los indicios de los navegantes. Por lo que se refiere a la primera, que es una razón natural, diré que él consideró que toda el agua y la tierra del universo constituían y formaban una esfera que podía ser rodeada de oriente a occidente si los hombres avanzaban por ella hasta estar pies contra pies unos y otros en cualquier parte donde se hallasen opuestos. En segundo lugar supuso y corroboró mediante la autoridad de autores aceptados que gran parte de esta esfera ya había sido navegada, no quedando en aquel entonces por descubrir y explorar sino el espacio que mediaba entre el extremo oriental de la India, del que ya supieron Ptolomeo y Marino, hasta, siguiendo la vía de oriente para llegar a nuestro occidente, las islas Azores y de Cabo Verde, que eran las tierras más occidentales hasta entonces descubiertas. En tercer lugar, calculaba que este espacio que se hallaba entre el límite oriental conocido por Marino y las mencionadas islas de Cabo Verde, no podía sobrepasar un tercio del círculo máximo de la esfera, pues el ya mencionado Marino había descrito hacia oriente quince horas o partes de las veinticuatro que hay en la redondez del universo.8 

La determinación de un avezado marino de lanzarse a la mar océana con unas pequeñas carabelas había de basarse necesariamente en un cálculo previo de la duración del viaje a emprender, ya que la cantidad de víveres y agua que podían acoger esas naves debía bastar para cubrir las necesidades de comida y bebida de la tripulación durante una navegación cuya longitud iba a ser, supuestamente, del orden de un tercio del perímetro de un círculo máximo terrestre. Por supuesto, la magnitud crítica para tal cálculo era el valor de dicho perímetro. Eratóstenes ya había realizado una estimación trigonométrica bastante precisa de esta magnitud en el siglo III a. C.;9 pero son los datos contenidos en la misiva y en la "carta de marear" (mapa hoy en día extraviado) que Paolo Toscanelli remite al Almirante en 1474 y los que expone Pierre d’Ailly en su tratado de cosmografía Imago Mundi (1410) los que Colón retiene para sus cómputos. El cosmógrafo italiano escribe al marino genovés –como previamente lo había hecho al rey de Portugal– sobre el

    corto camino que por mar hay desde aquí a las Indias, donde nacen las especias, y al que yo considero más corto que el que hacéis hasta Guinea.10 

y le explica que "desde la ciudad de Lisboa, yendo derechos hacia poniente [hasta las Indias], figuran en dicha carta [de marear] veintiséis espacios, cada uno de los cuales tiene un perímetro de cien millas, es decir treinta y cinco leguas". Toscanelli emplaza las ciudades chinas de Zaitón, Catay y Quinsai en el litoral de las Indias a las que Colón concibe arribar por mar,11 y frente a su costa, a "la muy noble isla de Cipango"12 de la que ya había dado noticia Marco Polo en el siglo XIII:

    Cipango es una isla hacia Levante, que está en alta mar, a mil quinientas millas de las tierras. Es grandísima. Las gentes son blancas, de buenas maneras y hermosas. Son idólatras y se gobiernan a sí mismos, y no están bajo el señorío de ningún otro hombre, sino de ellos mismos.
    Y también os digo que tienen oro en grandísima abundancia, porque se encuentra hasta el exceso en ese país. Y os digo que ningún hombre saca oro fuera de esta isla, porque ningún mercader, ni hombre de ninguna otra clase, va desde tierra firme.13 

Colón extrae de la Imago Mundi de Pierre d’Ailly que cada grado de la circunferencia terrestre abarca 56,75 millas. Tal dato procedía de los prestigiados Elementos de Astronomía del astrónomo persa Al-Farghani (805-880), quien había utilizado la milla árabe de 1.973 metros;14 pero el Almirante no lo sabe y establece la equivalencia de la medida consignada usando la longitud de la milla itálica, de 1.477,5 metros, concluyendo que para llegar a las Indias había que atravesar una extensión de tan sólo 750 leguas de mar océana (poco más de 4.000 km) en vez de las 2.800 leguas a las que se encuentra Japón por el oeste.15 

El Destino se sirve de la casualidad y la Providencia obra que la expedición de Colón, tras recorrer una distancia sensiblemente parecida a la que había estimado, alcance la isla antillana de Guanahaní el 12 de octubre de 1492, 36 días después de abandonar el puerto de San Sebastián de la Gomera. Al día siguiente, el Almirante anota en su diario:

    Luego que amaneció, vinieron a la playa muchos d’estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo y todos de buena estatura, gente muy fermosa; los cabellos no crespos, salvo corredíos y gruessos como sedas de cavallo, y todos de la frente y cabeça muy ancha, más que otra generaçión que fasta aquí aya visto; y los ojos muy fermosos y no pequeños; y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se deve esperar otra cosa, pues está Leste-güeste con la isla del Fierro en Canaria, so una línea. Las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol como un barco luengo y todo de un pedaço y labrado muy a maravilla según la tierra (…)
    Y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz, mas, por no perder tiempo, quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Çipango. Agora como fue noche todos se fueron a tierra con sus almadías.16 

Y el 23 de octubre:

    Quisiera oy partir para la isla de Cuba, que creo que deve ser Çipango, según las señas que dan esta gente de la grandeza d’ella y riqueza, y no me detendré más aquí…17 

Al caer la noche de 27 de octubre, Colón fondea frente a la costa norte de Cuba. Y al día siguiente navega hacia el sudeste y penetra

    en un río muy hermoso y muy sin peligro de baxas ni de otros inconvenientes, y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio fasta tierra. (…) Dize el Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto cada uno de su manera, aves muchas y paxaritos que cantaban muy dulçemente; avía gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas; la tierra muy llana.18 

Y así va relatando en sus diarios todas las maravillas que descubre, con abundantes referencias a las riquezas que cree que podrán aportar sus descubrimientos a la Corona, pero sobre todo describiendo con inmenso amor los paisajes y lugares que vienen a su encuentro. Un periplo que en cierto modo culmina con el tercer viaje a las Indias, en el que Colón llega por fin al continente alcanzando la costa venezolana. Pero no es el logro geográfico lo que importa al Almirante –quien cree que se halla en una isla (la llamará Isla Santa)–, sino su certeza de haber dado con el Paraíso Terrestre. El Almirante cuenta en la carta-relación de septiembre de 1498 su encuentro con la desembocadura del Orinoco:

    Sant Esidro y Beda y Damaçeno y Estrabón y el Maestro de la Ystoria Escolástica y San Ambrosio y Escoto, y todos los sacros teólogos, todos conçiertan quel Parayso Terrenal es en fin de oriente, el qual oriente llaman el fin de la tierra; yendo al oriente, en una montaña altísima, que sale fuera deste ayre torbolento, adonde no llegaron las aguas del dilubio; que allí está Elías Enoque, y de allí sale una fuente y cae el agua en la mar; y allí haze un gran lago, del qual proceden los quatro rríos sobredichos, que bien queste lago sea en oriente, y las fuentes destos rríos sean divisas en este mundo, por ende que proceden y vienen allí deste lago, por catar antes debajo de tierra, y espiran allí donde se been estas sus fuentes; la qual agua que sale del Paraíso Terrenal para este lago, trahe un tronido y rrogir mui grande, de manera que la gentes, que naze en aquella comarca, son sordos.
    (…)
    Grandes yndicios son estos del Parayso Terrenal, porquel sitio es conforme a la opinión destos santos y sacros teólogos. Y ansimesmo la señal es muy conformes, que yo jamás ley ni oy, que tanta cantidad de agua dulce fuese así dentro y vezina de la salada; y en [e]llo ayuda asimismo la suavísima temperançia, y sí de allí del Parayso no sale, paresçe aún mayor maravilla, porque no creo que sepan en el mundo de rrío tan grande y tan fondo, al qual no pude llegar; en algunos lugares es en el pie, largo con ochenta brazas de cordel, e colgado dél doze libras de plomo.
    (…)
    Torno a mi propósito de la tierra de Graçia e rrío y lago que allí hallé, a tan grande que más se le puede llamar que lago, porquel lago es lugar de agua, y en seyendo grande, se le dize mar, como se dixo a la mar de Galilea y al mar Muerto; y digo que si no procede del Parayso Terrenal, que viene este rrío y proçede de tierra ynfinita, pues al austro de la qual hasta agora no se a visto notiçia. Mas yo mui asentado tengo en el ánima que allí, adonde dixe, es el Parayso Terrenal, y descanso sobre las rrazones y autoridades sobrescriptas.19 

Mas a Colón no le va a corresponder penetrar en el Paraíso. Abandona las costas de su tierra de Gracia y se dirige a La Española (la actual Santo Domingo), donde en 1499 y en 1500 habrá de afrontar gravísimas rebeliones protagonizadas por gentes envidiosas de su posición y la de sus hermanos y acabará encarcelado y devuelto a España por el juez pesquisidor que envía la Corona para atajar los desmanes. Colón obtiene el perdón de los monarcas y aun el permiso de emprender su cuarto y último viaje en 1502, si bien desposeído de todos los privilegios que los Reyes Católicos le habían reconocido diez años antes en las Capitulaciones de Santa Fe. Es una travesía en la que el Almirante recorre el istmo centroamericano y los indígenas de la actual Panamá le informan de la existencia de otro océano (el Pacífico) a pocos días de marcha a pie; pero no da con paso navegable alguno que le conduzca hasta allí.20 En este último viaje, Colón pierde todos sus barcos y a más de la mitad de sus hombres, regresando a Castilla "enfermo, cargado de deudas y desprestigiado".21 

Colón dicta un testamento el día antes de morir22 en el que abunda en disposiciones relativas al reparto entre sus hijos y hermanos de unas rentas inexistentes que reclama a los monarcas en virtud de los acuerdos suscritos con ellos. También determina la realización de obras de caridad y de algunas otras de tipo pío, como que su hijo Diego sostenga económicamente una capilla con tres sacerdotes en las que se digan misas diarias por la Santa Trinidad, la Concepción de la Virgen y el alma de los fieles difuntos. De su gesta visionaria, apenas una leve mención entremezclada con reproches a sus otrora protectores:

    El Rey e la Reina, Nuestros Señores, cuando yo les serví con las Indias, digo serví, que parece que yo por la voluntad de Dios Nuestro Señor, se las di, como cosa que era mía, puédolo deçir, porque importuné a Sus Altezas por ellas, las cuales eran ignotas e ascondido el camino a cuantos se fabló d’ellas, para las ir a descubrir, allende de poner el aviso y mi persona, Sus Altezas non gastaron ni quisieron gastar para ello salvo un cuento de maravedís…23 

Es como si no quedase rastro de aquél Colón lúcido, abierto a una lectura simbólica de su existencia y que sin ningún rubor afirmaba, apenas cuatro años atrás, que sus viajes habían venido a dar cumplimiento a lo profetizado por Isaías:

    Ya dise que para la hesecuçión de la ynpresa de las Yndias no me aprovechó rasón ni matemática, ni mapamundos; llenamente se cunplió lo que diso Ysayas. Y esto es lo que deseo de escrevir aquí por le redusir á Vuestras Altezas á memoria, y porque se alegren del otro, que yo le diré de Jherusalem por las mesmas autoridades, de la qual ynpresa, si fee ay tengan por muy çierto la vitoria.24 

Paradójica gesta, la del navegante que invita a un viaje hacia la Utopía pero que no le es dado penetrar en ella. Tampoco a Moisés, conductor del pueblo de Israel a través del desierto durante 40 años conforme a lo que se le revela, le es concedido penetrar en la Tierra Prometida junto a sus hermanos.25 Los designios de la Deidad son extraños, misteriosísimos… Y ante ellos no cabe otra cosa que abandonarse, sin más afán que sumarse al destino que uno entrevé, a fin de que el Ser sea en la plenitud de sus posibilidades y se reabsorba en su origen; o sea, vivir la utopía en estado puro.

 
 
NOTAS 
1 Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
2 Ibíd.
3 Ibíd.
4 "Todo esto fue imaginado por Colón a través de los sueños de la antigüedad y las profecías bíblicas que creyó encarnar, o mejor, que encarnó -aunque no hubiese recibido ninguna iniciación ni participase en grupo esotérico alguno, cosa que jamás pretendió y que distaba según parece de su pensamiento-, y que le llevaron a abrir la visión del mundo europeo a otras dimensiones de las cuales él poseyó, a un determinado nivel, a través de su 'rapto', la llave". Ibíd.
5 Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos fechada en 1501 y recogida por su hijo Hernando en su Historia del Almirante. Ed. Planeta, Barcelona, 2006.
6 Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo, ibíd.
7 Ibíd.
8 Hernando de Colón. Historia del Almirante, op. cit.
9 Eratóstenes (276-194 a. C.), director de la biblioteca de Alejandría desde los 40 años hasta su muerte, sabía que los objetos verticales no proyectaban sombra alguna en Asuán al mediodía del solsticio de verano y también que la luz del Sol alumbraba el fondo de los pozos en ese instante, lo cual significaba que la ciudad se encontraba exactamente en el trópico. Asumiendo que la longitud de Asuán y Alejandría era la misma (en verdad difieren unos 3º) y que el Sol se encontraba tan distante que sus rayos podían considerarse paralelos a sí mismos en cualquier lugar e instante, determinó la longitud que proyectaba un gnomon de altura dada en Alejandría en el mediodía del solsticio e infirió de este modo que la ciudad se encontraba a una distancia de Asuán equivalente a 1/50 parte del círculo máximo de la tierra (esto es, 7º 12' de latitud). Conociendo por otras fuentes que la distancia lineal entre ambas ciudades era de 5.000 estadios, dedujo que la circunferencia de la Tierra era de 250.000 estadios (lo que equivale a 39.614 km suponiendo que la medida utilizada por Eratóstenes era el estadio egipcio).
10 Hernando de Colón. Historia del Almirante, ibíd.
11 Toscanelli explica de la "muy noble y gran ciudad de Quinsai" (actualmente Hangzhou) que tiene un perímetro de cien millas y diez puentes de mármol. "Su nombre significa Ciudad del Cielo, y se cuentan de ella cosas maravillosas sobre sus ingenios, edificios y riquezas". Ibíd.
12 Se trata de Japón.
13 Marco Polo, Libro de las Maravillas. Ed. Anaya, Madrid, 1996.
14 Con este factor de conversión entre millas y metros se obtiene una longitud de 40. 308 km para un círculo máximo terrestre, valor muy próximo al exacto.
15 Ver la entrada Colón: su vida y su proyecto del portal Artehistoria (https://www.artehistoria.com).
16 Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento. Edición de Consuelo Varela. Alianza Editorial, Madrid, 2014.
17 Ibíd.
18 Ibíd.
19 Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo, ibíd.
20 El descubrimiento del paso navegable entre el Atlántico y el Pacífico lo realizó Fernando de Magallanes en 1520. El Estrecho de Magallanes se encuentra mucho más al sur, entre la Patagonia y la isla Grande de Tierra del Fuego.
21 Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, ibíd.
22 Colón fallece el 20 de mayo de 1506.
23 Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, ibíd.
24 Cita de la carta a los Reyes Católicos que encabeza el Libro de las Profecías de Colón recogida por Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo, ibíd.
25 "Yahveh habló a Moisés aquel mismo día y le dijo: 'Sube a esa montaña de los Abarim, al monte Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo doy en propiedad a los israelitas. En el monte al que vas a subir morirás, e irás a reunirte con los tuyos, como tu hermano Aarón murió en el monte Hor y fue a reunirse con los suyos. Por haberme sido infiel en medio de los israelitas, en las aguas de Meribá Cadés, en el desierto de Sin, por no haber manifestado mi santidad en medio de los israelitas, por eso, sólo de lejos verás la tierra, pero no entrarás en ella, en esa tierra que yo doy a los israelitas.'" Dt 32, 48-52.
   
 
 
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