Heinrich Berlin (1915-1988, antropólogo alemán). Junto con Thompson y Proskouriakoff es el más importante sabio que haya agregado alguna luz sobre este complejísimo calendario y esta casi imposible escritura. Este texto pertenece a su obra Signos y significados en las inscripciones Mayas. Edit. José Pineda Ibarra, Ministerio de Educación, México 1977, págs. 33-59.

Marcador de un Juego de Pelota con todo el círculo rodeado de inscripciones en bajorrelieve. Toniná, Guatemala.
Marcador de un Juego de Pelota. Toniná. Dibujo de A. Seuffert
 
SIGNOS Y SIGNIFICADOS EN LAS INSCRIPCIONES MAYAS
HEINRICH BERLIN

I. INTRODUCCION

Elementos principales y afijos
El jeroglífico –o glifo– maya suele ser siempre una pequeña obra maestra de caligrafía. Afecta forma rectangular con las esquinas algo redondeadas. Puede ser simple o compuesto, con la particularidad de que lo segundo es mucho más frecuente que lo primero.

El glifo simple está constituido por un solo elemento principal. En el glifo compuesto o se juntan dos elementos principales francamente coordenados y ocupando cada uno la mitad de la superficie disponible (superponiéndose de manera que el derecho frecuentemente deja oculta alguna parte del izquierdo), o a un elemento principal se le agregan uno o más afijos. Cada uno de estos afijos ocupa menor espacio que el elemento principal y ópticamente parecen estar subordinados en alguna forma a aquél. Por lo general un afijo siempre suele presentarse como tal, aunque asociándose con elementos principales de aparente muy diferente naturaleza. Raras veces estos afijos se convierten en elementos principales.

El catálogo de glifos mayas de Thompson (1962)[1] registra 370 afijos, de los cuales tan sólo 61, y por excepción, figuran también como elementos principales, es decir, apenas un 17% del total. A la inversa, un signo que normalmente es elemento principal puede fungir también como afijo. Las dos categorías de signos no están, ciertamente, separadas por un muro de hierro, pues hay posibilidad de pasarse de un bando al otro; aunque en realidad los casos de tránsfugas son pocos.

Lo anterior concuerda con la naturaleza básica de estos signos gráficos: los elementos principales corresponden a sustantivos y raíces verbales, los afijos a adjetivos, adverbios, preposiciones, sufijos verbales, etcétera.

El elemento principal suele ser o un signo de apariencia abstracta, convencional o simbólica para nosotros, o la figura de una cabeza de un ser animado (humano, animal o aun fantástico). Para muchos conceptos los mayas usaron ambas posibilidades simultáneamente y por eso hablamos de las variantes simbólicas y las variantes de cabeza de los glifos. Estas últimas pueden ostentar en alguna parte los integrantes característicos de la variante simbólica correspondiente, aunque no es forzoso que sea así siempre. La misma clase de afijos acompaña a las variantes equivalentes.

Los afijos se encuentran arriba, delante, debajo o después del elemento principal y por eso los denominamos super, pre, sub y postfijos. Hasta los mismos afijos pueden llevar todavía otros afijos secundarios; v.gr. un prefijo puede tener un superfijo que lo corona. Raras veces están presentes al mismo tiempo en un mismo glifo los 4 afijos posibles; pero si están, el orden de lectura es: afijo que ocupe la esquina izquierda superior; afijo adyacente al primero en la misma esquina; elemento principal; afijo que no ocupe la esquina inferior derecha; afijo que sí ocupe dicha esquina; es decir: prefijo - superfijo (o superfijo - prefijo) - elemento principal - postfijo - sufijo (o sufijo - postfijo).[2]

Por otro lado se ha comprobado que las posiciones pre y super por un lado, y sub y post por el otro lado son cada vez equivalentes; esto quiere decir que el significado de un glifo no suele variar si un mismo afijo ocupa, asociado al mismo elemento principal, ora el lugar del prefijo, ora el del superfijo (Figura 4, 31, 32). Para ahorrar repeticiones explicativas, llamaremos prefijos todos los afijos colocados a la izquierda y arriba del elemento principal y postfijos a los que estén a su derecha o debajo de él. Aunque teóricamente cada afijo podría ocupar las cuatro posiciones posibles, en la práctica la mayoría de ellos o pertenecen al grupo de los prefijos o al de los postfijos.

A veces los afijos se colocan hasta en el cuerpo mismo del elemento principal y entonces se habla con más propiedad de infijos. La colocación de un infijo (o de una partícula esencial característica) dentro de un elemento principal puede variar y hasta cambiar el significado de la expresión. Existen asimismo pequeños rasgos en la escritura maya, que no afectan el mensaje pero que nos permiten distinguir los textos tardíos de los textos antiguos.[3]

La proporción, o desproporción, entre un afijo y el elemento principal no es indicio de la importancia relativa del primero en el glifo total. Esta recorre toda la gama de nulo a capital.

Como se verá, los glifos para los meses Uo y Zip tienen el mismo elemento principal y se distinguen tan sólo por sus prefijos, T-95 (según la clasificación usada por Thompson en su catálogo) para Uo y T-109 para Zip. Aquí, pues, el afijo cambia radicalmente el sentido del glifo.

Por otro lado, ambos pueden llevar o no el sufijo T-142. La presencia o ausencia de éste no modifica en nada el sentido del glifo. Tal parece que en realidad es sólo un elemento decorativo, sin función de mensaje. Como es un ornamento, sostén de un glifo, nunca varía su posición; es decir, que no pasa a ser postfijo.

Cláusulas
De la misma manera que hay afinidades electivas entre los elementos principales y los afijos (a grado tal de que ciertas asociaciones se encuentran circunscritas a ciudades determinadas) las hay también de glifo a glifo o, dicho de otra manera, existen secuencias de dos o más glifos que se repiten en idéntica forma. A estas asociaciones las llamamos cláusulas. Algunas de éstas se encuentran en inscripciones de muy diversas ciudades; pero la mayoría de ellas, sin embargo, son estrictamente locales: una secuencia especial, una cláusula de Copán digamos, suele ocurrir varias veces en textos de dicha urbe, pero no fuera de ella. Casos de cláusulas hay que constan de más de dos glifos y entonces puede suceder que lleguen a faltar algunos miembros constitutivos o se introduzcan nuevos. También en los afijos de un elemento principal que forma cláusula puede haber variaciones; variaciones que, sin embargo, quedan restringidas a las que se pueden llamar sinónimas, con lo cual se obtienen matices de expresión, pero no cambios de fondo.

A veces no se reconoce de inmediato la existencia de una cláusula como, por ejemplo, cuando en una de sólo dos glifos uno de ellos está escrito primero en variante simbólica y luego en variante de cabeza.

Que aparte de cláusulas ópticas haya también otras intelectivas quedará comprobado más adelante.

Lectura de textos
El orden de lectura que gobierna al glifo individual (de la esquina izquierda superior hasta la derecha inferior) impera también en los textos mayas. Estos se presentan normalmente en ordenadas columnas verticales de glifos a los que, para fines de estudio, acostumbramos designar A, B, C, D, etcétera, de izquierda a derecha; numerando, además, dentro de cada columna a los glifos de arriba hacia abajo. Corresponde, pues, dentro de este sistema de coordenadas, al inicio de una inscripción la designación Al. La lectura se hace por parejas de columnas: de Al a B1, luego se pasa a A2 y B2, A3 y B3 hasta agotar el primer par de columnas, para proceder después, en idéntica forma, con el par de columnas subsiguientes C y D, luego E y F, etcétera.[4]

Cuando existe tan sólo una columna vertical se lee ésta de arriba para abajo y si el texto está escrito en una sola línea horizontal, la lectura es de izquierda a derecha.

Excepciones a lo anterior son raras, pero por su curiosidad merecen ser recordadas, sobre todo las inscripciones de la estela H de Quiriguá y la J de Copán. En esta última el orden de lectura sigue un complicado arreglo de estera o petate.

 

II. LOS NUMERALES

( Figura 2)

Las raíces de los números en idioma maya, y a las cuales se agregan toda clase de partículas según la naturaleza de lo que se esté contando, son las siguientes:

1

Hun

 

 

11

Buluc

2

Ca

 

 

12

Lahca

3

Ox

 

 

13

Oxlahun

4

Can

 

 

14

Canlahun

5

Ho

 

 

15

Holahun, Holhun

6

Uac

 

 

16

Uaclahun

7

Uuc

 

 

17

Uuclahun

8

Uaxac

 

 

18

Uaxaclahun

9

Bolon

 

 

19

Bolonlahun

10

Lahun

 

 

20

Hun kal

 

 

21

Huntucakal

 

 

 

 

22

Catucakal

 

 

 

 

23

Oxtucakal

 

 

 

 

40

Ca kal

 

 

 

 

60

Ox kal

 

 

 

 

100

Ho kal

 

 

 

 

200

Lahun kal

 

 

 

 

400

Hun bak.

 

 

Con un criterio un tanto heterodoxo se podría entrever un trasfondo duodecimal en los primeros doce numerales; luego en las voces de Oxlahun a Bolonlahun se palpa un contar en términos decimales pero a partir del 20 el modo de contar se torna vigesimal. Recordemos, de paso, que con su quatre vingt (= 80) el francés actual conserva también todavía resabios de un antiguo sistema vigesimal.

Para expresar gráficamente los números de 1 hasta 19, los mayas se valieron de dos modalidades que corresponderían a los números romanos y arábigos nuestros.

Puntos y barras
La modalidad sencilla consiste en el uso de puntos y barras. Los primeros valen por la cantidad de puntos presentes; en las últimas cada barra vale por 5. De modo que 3 puntos se leen como el número 3; 1 punto y 2 barras como 11; 4 puntos y 3 barras como 19.

El arreglo puede ser horizontal o vertical, en la inteligencia de que en todos los casos los puntos o están delante de las barras o arriba de ellas (salvo contadísimas excepciones). Aunque en sí la lectura de esta clase de números no es difícil, en la práctica pueden presentar problemas en virtud del gusto estético de los mayas. Estos decoraban a veces las barras, decoración que con el desgaste sufrido con el tiempo puede inducir a errores, ya que una barra decorada puede convertirse en dos barras no decoradas, con lo cual leemos 10, donde los mayas en realidad habían escrito 5. Por otro lado con su horror vacui llenaron muchas veces espacios libres con elementos decorativos que por el mismo desgaste después llegan a aparentar puntos, v. gr. cuando para el numeral 6 colocaron un punto, flanqueado por 2 ganchos, delante de una barra o para el numeral 7 luego un gancho flanqueado por dos puntos otra vez delante de una barra. En ejemplos desgastados los ganchos se asemejan a puntos y tanto el 6 como el 7 se convierten para nosotros en ochos. (Estos ganchos decorativos son sustituidos en inscripciones tardías por cruces de San Andrés. La presencia de éstas asociadas a números constituyen entonces ya un primer indicio de la edad del monumento respectivo).

Variantes de cabeza
La otra modalidad para escribir números está constituida por cabezas con rasgos diferenciadores (prácticamente ausentes en los códices). Como así para una serie sucesiva de guarismos hay signos diferentes, estas “variantes de cabeza” corresponderían a los signos arábigos nuestros. Curiosamente, aunque nosotros estamos acostumbrados a manejar los signos arábigos con soltura y los romanos se nos dificultan, con las correspondientes equivalencias mayas nos sucede lo contrario: fácilmente captamos y manejamos los puntos y barras, pero el uso de los números en variante de cabeza presenta constantes dificultades.

Los elementos que se han identificado como característicos para cada numeral en variante de cabeza son como sigue:

Uno: Cabeza de persona joven (¿mujer?), que lleva sobre la frente un adorno compuesto casi siempre de varios elementos. A veces se usa un solo dedo para expresar el número uno.

Dos: Cabeza con una mano o puño como tocado.

Tres: Cabeza con un turbante que a veces remata en un disco. Sobre la mejilla frecuentemente se encuentra el signo Ik, o sea una T mayúscula.

Cuatro: Cabeza del dios solar, con gran ojo cuadrado; suele estar presente un elemento cuatripartido a la manera de un trébol de 4 hojas. También puede llevar barbas o flecos.

Cinco: Cabeza de persona vieja que ostenta arrugas  y que lleva como tocado el símbolo Tun.

Seis: Cabeza que exhibe en el ojo un hacha, aparentando dos palos cruzados.

Siete: Cabeza con un lazo debajo del ojo que da vuelta por la nariz.

Ocho: Cabeza del dios del maíz con un adorno en forma de espiral sobre la frente.

Nueve: Cabeza que ostenta el elemento yax sobre la frente y pun- titos alrededor de la boca.

Diez: Un cráneo, o una cabeza con elementos fúnebres como una mandíbula descarnada sustituyendo la quijada, ojo de muerto sobre la frente o un signo de “porcentaje” sobre la mejilla.

Once: Cabeza con el elemento Caban, semejante a un signo de interrogación.

Doce: Cabeza que lleva un elemento (T-561) que suele interpretarse como cielo, ora como tocado, ora como tatuaje.

Trece a Diecinueve: Dado el supuesto carácter duodecimal de los números mayas en sus primeros 12 guarismos, no es de extrañarse que hubiera 12 signos distintos para expresarlos. En el numeral 13, sin embargo, se opera el cambio a algo decimal y es por eso natural que todos los numerales de 13 a 19 sigan también gráficamente este cambio que se expresa de la manera siguiente: se usa la variante de cabeza que corresponde a los números 3 al 9 y se les agrega, en alguna forma, un elemento fúnebre que como ya sabemos equivale a diez. Lo más frecuente es que la quijada quede sustituida por una mandíbula descarnada. Hay algunos casos muy curiosos en donde la primera parte del número está escrito con puntos y barras y la siguiente por una calavera (Fig. 2, 39).

Como por otro lado, 13 era entre los mayas el número sagrado por antonomasia, es comprensible que este número pudiera ser expresado también mediante una variante de cabeza especial: la de un ser mitológico, entre hombre y animal, con una gran nariz colgante.

Otros numerales
Cero
: Su variante normal o simbólica es una concha en el Códice de Dresde, media "Cruz de Malta" o una mano debajo de una espiral en los monumentos. La variante de cabeza es una cara donde la mandíbula está cubierta con una mano.

Veinte: Tanto en el Códice de Madrid como en el de Dresde para adiciones de 20 a 39 días se usa el signo de la luna al que se da valor de 20. Así tres puntos antepuestos a dicho signo le dan el valor de 23. También en las inscripciones monumentales se dan casos donde el signo lunar se usa para denotar 20 días. Lo normal, sin embargo, es que los valores arriba de 20 se expresen mediante posiciones, ya sea un guarismo puesto arriba de otro v.gr.:

                     7
                     4

(lo que equivale a 7 x 20 más 4 x 1 = 144) ya sea que el valor de cada posición involucrada se indique individualmente; como si nosotros en vez de 3802 escribiéramos 3 mil 8 cientos 0 decenas y 2 unidades.

Debe tenerse presente, sin embargo, que todo lo que expusimos aquí sobre números y sistemas numéricos queda limitado al uso de números en el cómputo del tiempo.

El hecho de que los numerales, como tantos otros conceptos, puedan expresarse en variantes de cabeza y aun en forma de figuras completas cuyas caras ostentan los detalles característicos señalados para cada numeral, no ha de interpretarse como que si los números hayan sido considerados por los mayas como seres divinos. En las inscripciones más antiguas sólo se usaban puntos y barras; la asociación de números con cabezas portadores de detalles característicos vino después. Y aún hasta qué grado cada una de estas cabezas realmente representa a un dios específico y reconocido corno tal en el panteón maya, es cosa que está sujeta a comprobación. Ni siquiera se conocen secuencias de trece dioses que correspondan a estas trece cabezas; y si en esta relación tardía entre los numerales 1 a 13 y trece supuestas deidades realmente hubo un intento de asociación mística, difícilmente habrá sido de consecuencias en la práctica, máxime que en todo tiempo se siguieran usando siempre los muy prosaicos puntos y barras.

Quien hoy en día hace una cita amorosa o comercial para el "próximo martes" jamás piensa ni remotamente en el planeta de aspecto rojizo o en el dios guerrero de los antiguos romanos.

 
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NOTAS

[1] Thompson numeró los afijos de 1 a 370, los elementos principales de 501 en adelante. En las transcripciones un punto puesto entre dos números significa que hay continuidad horizontal de izquierda a derecha; dos puntos, continuidad vertical de arriba a abajo. Infijos se marcan con corchetes. Números mayas quedan indicados mediante números romanos. De modo que T-III.153:526.23' da a entender que el glifo se compone de un numeral 3 en posición prefijo, del super-fijo 153 encima del elemento principal 526 con un postfijo 23 al final.
Cuando un glifo es la variante de cabeza de un glifo simbólico o convencional, entonces el número respectivo lleva agregado una P.

[2] Si a es un prefijo, b un superfijo y A el elemento principal, las lecturas a-b-A y b-a-A (según el afijo que ocupe la esquina izquierda superior) no son equivalentes.

[3] En la Figura 6, 6, 25 se dan dos ejemplos del glifo baktún. El primer caso, con sus líneas paralelas, es una típica forma antigua.

[4] Cuando hay un número impar de columnas son posibles varios órdenes de lectura de lectura y cada caso concreto tendrá que estudiarse Individualmente.

 
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